Jupsin
Silencio, tormento y desenlace de José Luis Rodríguez Penas (relato)
Por Silvia SOTOMAYOR.
«Tu madre era un mal bicho. Seguro que si hubiéramos ido a verla
no se aparecería cada noche”
Silencio, tormento y desenlace de José Luis Rodríguez Penas. Este es el título del relato de Silvia Sotomayor que publicamos en jupsin.com, el portal de IPDGrupo.com que te ofrece información para decidir sobre igualdad.
Silencio, tormento y desenlace de José Luis Rodríguez Penas
«Deberíamos haber ido a verla, José Luis. No me quedo tranquila. Tu madre era un mal bicho. Seguro que si hubiéramos ido a verla no se aparecería cada noche».
José Luis dio una calada a su Ducados y se dejó caer sobre el sofá de escay rojo.
«No era un carácter difícil, eso era mala leche»
«Tenía mala leche. Tú dices que era de carácter difícil, pero eso no era un carácter difícil, eso era mala leche. Y ahora la tenemos aquí metida. Porque la vemos de noche, pero seguro que, con lo que le gustaba fisgar, está aquí observándonos y criticándonos todo el santo día».
«Teníamos que haber ido a verla. La culpa es tuya, José Luis. Has sido un mal hijo y ahora pago yo el pato. Así que ya me dirás qué hacemos con ella aquí porque yo, lo que soy yo, no me voy tranquila a La Manga dejando a tú madre aquí. Seguro que cuando volvamos nos encontramos las cosas en diferentes sitios, que a ella le encantaba mangonear. Yo no me voy a gusto».
«Pero di algo, hombre, que parece que soy yo la que pone pegas siempre. Di algo. Imagínate si la llega a ver algún vecino. A ver cómo explicamos que esté aquí. Esta mujer nos busca la ruina con los vecinos, José Luis. Qué vergüenza, estar en boca de todo el mundo».
«Debiste ser un buen hijo e ir a verla»
«Y todo porque te portaste mal con tu madre, José Luis. Debiste ser un buen hijo e ir a verla. Esto se veía venir, con lo mala que era, la jodía vieja. Se veía venir que algo estaba tramando. Porque, José Luis, tú madre era una lianta y una intriganta. Alguna estaba preparando…»
«Y, mira, va y se muere y aquí la tenemos. Aparece cuando quiere; cuando gusta, se va y así todo el santo día. Hay que joderse, José Luis. No pegamos ojo. Si todavía, la tía mala, hablara. Si, al menos, dijera algo… Pero no, se sienta ahí y se queda mirándote fijamente como si fuera un ente, José Luis. Y tú, como en vida: la ves, te cagas y enmudeces».
Siete pisos son muchos pisos
José Luis encendió otro cigarro. Se acercó a la ventana y, mirando al infinito, dio una calada profunda, arrugó el paquete de tabaco con su mano izquierda y lo tiró a la calle. Lo siguió con la mirada hasta que llegó al suelo.
«Siete pisos, – pensó-. Siete… Son muchos pisos, ya sería mala suerte».
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