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¿Qué es y qué motiva la violencia doméstica?

Violencia. El amor no duele (2)
Pon un libro en tu vida…
‘Manuel Básico de Criminología’
Estefanía Ros Cordón – Pinolia

¿Qué es y qué motiva la violencia doméstica? Este es el titulo del segundo artículo de una serie de tres sobre Violencia. El amor no duele, capítulo que forma parte del libro Manual Básico de Criminología, de Estefanía Ros Cordón editado por Pinolia.

Te lo contamos en jupsin.com, el portal profesional exclusivo de IPDGrupo.com que te ofrece información para decidir sobre igualdad y salud.



¿Qué es y qué motiva la violencia doméstica?

Estefanía Ros Cordón

La violencia doméstica es todo acto de violencia, física, psíquica o psicológica ejercida de manera habitual tanto por un hombre como por una mujer sobre sus descendientes, ascendientes, cónyuges, hermanos o personas con las que exista convivencia familiar.

La violencia doméstica también se aplica a personas que estén o hayan estado ligadas por una relación sentimental, incluso aunque no hayan convivido.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2021 se registraron 8.240 víctimas de violencia doméstica, un 0,5% menos que el año 2020. De estas víctimas, el 61,4% fueron mujeres y el 38,6% hombres, siendo Andalucía, Comunidad Valenciana y Cataluña las Comunidades Autónomas con un mayor número de víctimas.

Respecto a la relación víctima agresor, las víctimas fueron los progenitores en un 33,6%, los hijos en un 34,8% y los hermanos en un 8,7%.

Violencia filio-parental

En los últimos años, los medios de comunicación hablan sobre lo que consideran un nuevo y muy preocupante problema familiar: la violencia filio-parental.

Este fenómeno ha existido siempre, pero lo que es nuevo es que actualmente haya un incremento considerable en el número de denuncias interpuestas por padres y madres hacia sus hijos, así como un aumento de solicitudes de atención en servicios psicosociales, sanitarios y judiciales.

Este crecimiento podría deberse a dos razones:

  • En primer lugar, en los últimos años ha habido un importante incremento de delincuencia juvenil, por lo que no es de extrañar que también haya aumentado el tipo de violencia ejercida de hijos a padres.
  • Y en segundo lugar, se trata de un fenómeno de muy complicada visión, de modo que si tantos casos han llegado a organismos públicos, es señal de que gran cantidad de padres se han visto afectados.

La punta del iceberg

Tradicionalmente, la familia se considera un espacio privado y lo que ocurre en ella es lejano al ámbito público y al juicio externo. Por ello, a pesar del aumento en el número de casos de violencia filio-parental, los datos que se tienen son solo la punta del iceberg.

La violencia ejercida de hijos a padres tiene múltiples nomenclaturas: violencia ascendente, violencia filial, violencia filio-parental, violencia intrafamiliar, síndrome de los padres maltratados o síndrome del emperador.

La violencia filial engloba todas aquellas acciones que los hijos llevan a cabo para causar daño financiero, psicológico y/o físico a sus padres.

Por daño financiero se entiende toda conducta que incluya robo y/o deudas económicas; el daño psicológico engloba las conductas que atentan contra el equilibrio psico-emocional de las víctimas; y, por último, el daño físico incluye conductas que pueden ocasionar daño corporal, ya sea con el uso de objetos o sin ellos.

Progenitores maltratados

Los progenitores maltratados descubren que sus pautas educativas son inefectivas, por lo que emplean amenazas o castigos (pautas educativas duras o coercitivas), pero su hijo incrementa la intensidad y frecuencia de su conducta violenta. En ese momento, los padres emplean la persuasión, conciliación o negociación (pautas educativas suaves y permisivas), que su hijo ignora actuando con mayor desprecio ante ellos.

Ante tal reacción, entienden que su actitud conciliadora provoca un aumento de las exigencias del menor, lo que los lleva al enfado e irritación, que se traduce de nuevo en coerción, pues consideran que cuanto más aumenten esos sentimientos, más elevado será el riesgo de que pierdan el control de la situación e incluso de ellos mismos, pudiendo provocar violencia por las dos partes: filio-parental y paternofilial.

La adolescencia es una etapa en la que se producen profundos cambios en el individuo, necesarios para pasar de la niñez a la edad adulta, y es además el momento en el que se crea un antes y un después en las relación entre padres e hijos.

Algunos progenitores no desean que sus descendientes se equivoquen, por lo que en vez dejarles experimentar la adversidad y que y que desarrollen las habilidades necesarias para la vida, les quitan los obstáculos y allanan el camino, lo que puede desembocar en fenómenos trágicos como la violencia filio-parental. Por lo general, los hombres hacen mayor uso de las agresiones físicas, mientras que las mujeres lo hacen de los chantajes emocionales.

Personalidad de adolescentes que agreden a sus progenitores

Los adolescentes que agreden a sus progenitores muestran ciertas características comunes de personalidad, como la impulsividad, irritabilidad, dificultades p ara controlar la ira, baja tolerancia a la frustración, déficits en las capacidades empáticas, egoísmo e incluso rasgos narcisistas y de personal antisocial.

En general, no puede afirmarse que la violencia hacia los padres esté motivada por trastornos mentales, pero los problemas de inicio en la infancia, del estado de ánimo, de ansiedad o de control de los impulsos son más característicos de los adolescentes con trastornos que del resto de población juvenil.

Por otro lado, hace unos años la violencia filio-parental se ejercía en familias desestructuradas y caóticas, pero en la actualidad este fenómeno se está observando en familias aparentemente unidad, procedentes de cualquier estrato social.

Los adolescentes que agreden a sus padres suelen presentar fracaso escolar y una actitud negativa hacia la escuela y los estudios, además de comportamientos agresivos en el colegio o instituto.

Pautas educativas

La causa de la violencia filial suele ser la imposición de unas pautas educativas excesivamente permisivas y/o negligente. Estas se caracterizan por la ausencia de límites claros, el escaso control parental, la reducida comunicación entre padres y adolescente, el poco tiempo compartido en familia y la inadecuada supervisión de las actividades que el joven lleva a cabo.

En cambio, otros consideran que son las pautas educativas autoritarias y/o coercitivas las causantes de la violencia filio-parental. Estas se identifican por la imposición de normas, el uso de castigos físicos y la ausencia de explicaciones verbales y razonamientos. Pero, independientemente del estilo educativo impuesto, la violencia filio-parental se ve agravada por:

  • pertenecer a una familia monoparental en la que el progenitor es la madre,
  • tener unos padres divorciados que presenten estilos educativos dispares y
  • tener unas pautas de crianza que comporten cierto riesgo (excesiva irritabilidad, ausencia de control, prácticas coercitivas, falta de afecto y supervisión o baja cohesión familiar).

Los adolescentes que agreden a sus padres suelen presentar fracaso escolar y una actitud negativa hacia la escuela y los estudios, además de comportamientos agresivos en el colegio o instituto. Las conductas disruptivas desarrolladas en el contexto escolar podrían producirse porque los padres las refuerzan al ser permisivos e inconsistentes o al recurrir a técnicas coercitivas, modelando así la conducta violenta.

Estefanía Ros Cordón es socia de Ethikos & Compliance, consultoría que fundó con el objetivo de que las organizaciones actúen de manera ética y socialmente responsable.

Intervención en el menor y en la familia

La violencia que ejercen los adolescentes hacia sus padres presenta una etiología multicausal, por lo que la intervención debe focalizarse tanto en el menor como en la familia. Los objetivos que deben permitirse en la intervención con padres son:

  • restaurar la autoridad perdida,
  • desculpabilizar aumentando la autoestima,
  • concretar metas realistas y progresivas y
  • establecer una red de apoyo.

Pero, además, la intervención familiar debe ir acompañada de un tratamiento individual para los menores. Para ello debe conseguirse el cese de la violencia-filio paternal y fomentarse la autonomía personal mediante:

  • entrenamiento del autocontrol,
  • desarrollo de la empatía,
  • mejora de las habilidades sociales,
  • disminución de las actitudes antisociales,
  • cese del consumo de sustancias,
  • búsqueda de una actividad que interese al menor.

Grandes debates

Así pues, desde el ámbito socioeducativo se emplea el trabajo con iguales, ya que es en este contexto donde su conducta se acepta y refuerza. Además, debe fomentarse la prevención de las conductas delictivas mediante la imposición de normas sólidas de conducta en el hogar, la promoción de la autonomía y el aprendizaje a partir de los actos., lo que crea oportunidades para el desarrollo moral.

Establecer los límites morales para determinar si una conducta es aceptable o no, ha suscitado grandes debates a lo largo de la historia de la humanidad. Pero si además esa conducta se lleva a cabo dentro del seno familiar, fijar esos límites se convierte en una tarea prácticamente imposible, ya que la familia siempre se ha considerado como un espacio privado e intocable, donde nada es cuestionable.

Por ello, a pesar de los grandes avances en el estudio de la violencia filio-parental, sigue siendo uno de los fenómenos delictivos más complejos de nuestra sociedad. Los desafíos científicos que plantea la investigación de la violencia filiar son múltiples, de modo que aún queda mucho camino por recorrer.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2021 fueron víctimas de violencia doméstica 3.182 hombres, un 0,5% menos que el año anterior, que fueron 3.197.

Los hombres no lloran

Otro maltrato preocupante es el ejercido de mujeres a hombres. Hablar de hombres maltratados en un tema poco común en los medios de comunicación. Los hombres maltratados por sus parejas se enfrentan a los siguientes tipos de malos tratos:

  • Violencia física, como bofetadas, patadas, arañazos, empujones, etc.
  • Violencia verbal, como insultos, comentarios despectivos, gritos, etc.
  • Violencia psicológica como manipulación, control, chantaje emocional o amenazas. Es el tipo de violencia más común, sobre todo en lo que respecta a denuncias falsas por violencia de género.
  • Violencia económica, gastar el dinero en común para su beneficio.
  • Violencia institucional. Es la provocada por las instituciones públicas cuando reciben una llamada de auxilio o apoyo de un hombre que es maltratado por su pareja sentimental. Apenas existen instituciones o lugares donde los hombre que reciben malos tratos puedan encontrar protección.


  • Violencia judicial. La Ley de Violencia de Género no es aplicable, por lo que el protocolo que se sigue en estos casos es mucho más complejo, ya que no existen medidas de protección a la víctima que puedan equipararse a las que existen en el caso inverso.
  • Violencia social. Es la que ejerce la comunidad, el entorno, en el caso de que un hombre denuncie a su pareja por malos tratos: se cuestiona la veracidad de sus palabras o incluso se considera que exagera la situación. Cuando un hombre denuncia a una mujer por malos tratos la sociedad se mofa de él avergonzándole por haber llegado a tal punto y no haber ejercido correctamente su rol. Los hombre son fuertes y no lloran, y sobre todo, son el género fuerte en la relación.

Violencia inadvertida en la sociedad

La mayoría de los tipos de violencia ejercida hacia los hombres puede pasar inadvertida en la sociedad, ya que no se suele tratar de agresiones físicas visuales sino más bien todo lo contrario: actos que los hacen sentir inferiores, menospreciados y que merman su autoestima, haciéndole sentir que no encontrarán el apoyo necesario si deciden denunciar.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2021 fueron víctimas de violencia doméstica 3.182 hombres, un 0,5% menos que el año anterior, que fueron 3.197.

La educación es fundamental contra la violencia de género


Nota de redacción / El contenido de este artículo forma parte del libro ‘Manual Básico de Criminología’, de Estefanía Ros Cordón y ha sido publicado con el consentimiento de la autora.

Tanto el título como los subtítulos y las ilustraciones han sido añadidos por jupsin.com.

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