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Prisionero, viejo y loco (relato)

Por Silvia Sotomayor

Prisionero, viejo y loco es un nuevo relato de Silvia Sotomayor especial para jupsin.com, el portal profesional de IPDGrupo.com que te ofrece información para decidir sobre igualdad.

Prisionero, viejo y loco

¿Dónde están mis gafas? Apenas puedo ver nada. ¿Qué es este lugar? Esta no es mi casa. ¿Por qué no estoy en mi casa? ¿Y mi mujer? ¿Dónde está ella? ¿Qué le han hecho? Tengo que saber dónde está. Necesita mi ayuda.

¿Y dónde está mi perrita? La llamo y no viene. Esta no es mi casa. ¿Por qué estoy atado? ¿Quién se atreve a sujetarme así las manos y las piernas? ¿Para qué son estas agujas? ¿Qué quieren de mí?

¿Quiénes son? No les veo bien la cara. ¿Dónde están mis gafas? ¿Quiénes son y dónde estoy? ¿Por qué me tienen aquí? ¡Por favor! ¡Ayuda! ¡Quíntenme esto! ¡Ayuda!

¡Y vuelta la burra al trigo!

Me duelen mucho las extremidades, pero es este ruido constante en mi cabeza el que no me deja pensar bien pum, pum, pum, pum, pum, pum, pum…

¡Por favor, necesito ir al baño! ¿Me escucha alguien? ¿Me puede ayudar alguien?

  • Tranquilícese, Emiliano. Lleva puesto un pañal. No se preocupe. Mi nombre es Salvador. No se preocupe. Estoy aquí para ayudarlo.
  • ¿Qué dice? No le escucho. Alguien se ha llevado mis audífonos. No sé qué dice. Oiga, por favor, tampoco sé dónde están mis gafas. ¿Puede ayudarme? Tengo que ir al baño, por favor. ¡Ayúdeme!
  • Tranquilo, Emiliano. Yo estoy aquí para ayudarle, claro. Voy a buscar sus audífonos y sus gafas. No se preocupe por el pis.
  • ¡Y vuelta la burra al trigo! ¡Que no le oigo, hombre! ¡Me lo haré encima entonces! ¡Oiga, oiga! ¡Vuelva! ¿Pero, dónde va, hombre? ¡Vuelva!
¡Oiga! ¡Usted! ¡Váyase! ¡Fuera, no moleste! ¡¿Es que no lo oye?! ¡Que se marche, le digo!

¡Eulalia ya voy!

Ese de ahí tiene mi cara, pero no soy yo. ¿Qué me pasa? ¿Quién es? ¿Qué querrá de mí? ¿Y mi mujer? ¿Dónde está mi mujer? ¿Qué le han hecho? Estará sola y asustada sin mí. ¡Díganme dónde está mi mujer! ¿Por qué me han atado? ¡Ayuda! ¡Auxilio!

¿Me habrán secuestrado? ¿Y para qué? ¿Qué querrán de mí? Pero si yo no soy nadie importante. A lo mejor ese que me mira con mis ojos y tiene mi cara también quiere mis otros órganos. ¿Me oye alguien? ¿Alguien puede ayudarme? ¡Ayuda, ayuda! ¡Tengo que irme de aquí! Tengo que buscar a mi esposa. ¡Eulalia ya voy!

  • Buenos días, Emiliano. Tranquilo. Me llamo Lourdes y estoy aquí para ayudarle.
  • Menos mal, ¿me puede explicar dónde estoy y por qué me han atado? ¿Dónde está mi mujer? Estará asustadísima, pensará que me ha ocurrido algo grave… ¿Sabe algo de ella? ¿Y ese de ahí? Ese que se refleja en el cristal, ¿sabe usted quién es? Me ha robado la cara, ¿sabe?
  • Tranquilo, Emiliano. Le voy a ajustar la medicación y notará que poco a poco se irá encontrando mucho mejor.
  • Pero, oiga, ¿puede contestar a mis preguntas? ¿Puede ayudarme? …

¡Oiga! ¡Usted! ¡Váyase! ¡Fuera, no moleste!

… Así que les caaaaanto, ¡atentos!

Esta canción es de flores

Y veréis cuánto le gusta

a nuestros admiradores.

Y al terminar esta copla

con alegría y anhelo,

Emiliano le da las gracias

a todos los de este pueblo.

Emiliano está lleno de emoción

celebrando las fiestas de esta población.

Y al pintar la aurora

 y al pintar la aurora

sigue siempre ahí

que ya le recuerda las fiestas de abril…

  • ¡Qué canción tan bonita y tan bien cantada, Emiliano!
  • Me sé muchas, ¿sabe usted? Son algunas de las canciones que las mujeres nos cantaban cuando éramos críos mientras trabajaban. También escribo versos. Me gusta mucho.
  • ¡Pues siga así que nos da mucha alegría verle tan animado!
  • Sí, pero me asusta mucho ese que se asoma al cristal con mi cara. Canto para distraerme e intento no mirar… Pero no me gusta un pelo, ¿sabe? Igual quiere hacernos daño a usted y a mí. ¡Oiga! ¡Usted! ¡Váyase! ¡Fuera, no moleste! ¡¿Es que no lo oye?! ¡Que se marche, le digo!
Echo de menos a mi madre. Ella era una mujer muy hermosa y fuerte. Nos quería con locura y nunca se separaba de nosotros. Me han llevado lejos de ella.

… viejo y loco

Echo de menos a mi madre. Ella era una mujer muy hermosa y fuerte. Nos quería con locura y nunca se separaba de nosotros. Me han llevado lejos de ella. Estará muy triste: uno de mis hermanos, el que era medio con Santiago, se ha muerto; se comió una pera en mal estado y se murió; y ahora que yo tampoco estoy con ellos, tendrá más angustia todavía.

¿Oiga? ¿Podrían llevarme con mi madre? ¿Por qué me atan? Yo no he hecho nada malo… ¡Por favor! ¿Alguien me escucha? ¿Me pueden ayudar? ¡MADRE! ¡MADRE!

Un campesino nació

estando su madre de quintería

y sus padres lo criaron

con los medios que tenían.

La madre, con mucho afán,

a su hijo lo besaba

y con harina de trigo

a sopillas lo criaba.

¿Madre? ¿Estás ahí, madre? Sé que eres tú, madre. Acaríciame el pelo, madre. No sé lo que me han hecho. Me han separado de ti, madre. ¿Cómo has entrado aquí? Acaríciame el pelo, madre, acaríciame el pelo y dame un beso.

  • Hoy no ha querido comer nada. Abre los ojos y enseguida los vuelve a cerrar. No quiere hablar con nadie. Dice que se han llevado a su madre y hemos tenido que volver a atarlo. Anoche intentó morder a mi compañera mientras le ajustaba la medicación.
  • Lo siento mucho.
  • No se preocupe.


¿Me canta una coplilla de esas tan bonitas que se sabe?

Planto versos en macetas

que flores serán mañana,

llamo al ruiseñor poeta

porque canta en mi ventana…

  • ¡Olé, Emiliano! ¡Qué bonito!
  • ¡Déjeme en paz! ¡Váyase y déjeme en paz!
  • ¿A quién le dedica esos versos?
  • ¡Y a usted qué le importa, chismoso! ¡Suélteme y deje que me vaya! Mi mujer estará muy nerviosa. No sabe dónde estoy. ¿Para qué me quieren aquí? ¿Y ese? ¿Es de ahí qué pinta en todo esto? Seguro que copia mis rimas y mis canciones. Ahí todo el santo día fisgando, el tío malo, remalo.
  • Emiliano, tranquilícese. ¿Me canta una coplilla de esas tan bonitas que se sabe?
  • ¡Que te las cante otro, tío chismoso y feo!

Pequeñita y regordeta

como un grano de cebada,

lo que tienes de pequeña

lo tienes de resalada…

¡Cuánto te echo de menos, Eulalia! ¡Ay, si pudiera escaparme de esta cárcel! Lo he intentado, no te creas, pero tienen a ese ahí vigilando en el cristal y otros en la puerta. Si pudieras verme, Eulalia. Me han atado estos miserables. No sé por qué me tienen aquí encerrado.

Pero, ¿sabes?, el otro día vino mi madre. Dirás que estoy loco, viejo y loco, como tú dices siempre, Eulalia. Aquí estuvo conmigo y me acurruqué con ella como cuando era un crío. Dirás que estoy loco de remate. ¡Qué más da! Aquí estuvo conmigo mi madre.

¡Ojalá pudiera escaparme y volver a casa! Seguiré con mis intentos de fuga, lo prometo. No me doblegarán fácilmente. Quiero verte. Estos quieren que me muera y lo conseguirán si no consigo engañarles e irme a escape. Son malos.

Si supiera, dama hermosa,

que me estuvieras escuchando

día y noche estaría

como un colorín cantando…

Silvia Sotomayor Rodríguez ha desarrollado su carrera profesional en el entorno de la comunicación y las relaciones públicas. Es especialista en Comunicación Corporativa, Educación, Neuroeducación y Marketing Educativo, Redes Sociales y Marketing Digital, asesora de centros educativos, es conferenciante y profesora de Lengua Castellana y Literatura, Geografía e Historia en los ciclos de Secundaria y Bachillerato; así como de Comunicación Corporativa, Estratégica y Redes Sociales en el ámbito universitario. Acaba de publicar su primer libro: «Sentir en verso. Rimas para el cielo y la tierra», de la Editorial Círculo Rojo.

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