De La Bella Durmiente al #METOO: El príncipe acosador – Por María García – Mujeres en Igualdad – Ha participado como autora en el libro‘TODOSaUNA contra el Acoso Escolar’.
- El acoso sexual hace referencia a insinuaciones sexuales inapropiadas, demandas de favores sexuales o cualquier otra conducta verbal, no verbal o física de naturaleza sexual no deseada, que se produce en el entorno personal o profesional.
- Debemos condenar el acoso, sancionar a quien lo ejerce y reparar el daño ocasionado a la víctima.
- Abuso sexual infantil: la lucha contra el secreto y el silencio.
“Aquellos que pueden ver el dolor sin sentirse conmovidos, pronto aprenderán a causarlo”, una frase de Mary Wollstonecraft que define la posición que una gran parte de la población ha adoptado tradicionalmente frente al acoso, ese comportamiento a veces incorrecto, otras molesto, con el que hemos convivido con total normalidad a lo largo de la historia.
“Aquellos que pueden ver el dolor sin sentirse conmovidos, pronto aprenderán a causarlo”
Ha sido la avalancha mediática provocada por el movimiento #METOO la que nos ha permitido re-conocer el acoso como lo que realmente es, una violación de los derechos humanos que implica responsabilidad y reparación.
El acoso sexual hace referencia a insinuaciones sexuales inapropiadas, demandas de favores sexuales o cualquier otra conducta verbal, no verbal o física de naturaleza sexual no deseada, que se produce en el entorno personal o profesional. Aunque es una manifestación poco aceptada en nuestra sociedad, todavía muestra una serie de conductas que consiguen hacerse invisibles.
Relaciones de poder y género
Y una vez más, en el centro, las relaciones de poder y el género, porque sí, somos las mujeres las que sufrimos mayoritariamente acoso sexual y de nuevo conjugamos los verbos consentir, desear y exigir o imponer.
Podríamos pensar que es un comportamiento reciente, que coincide con la incorporación de la mujer al mercado laboral pero hasta en los cuentos tradicionales, esos que Disney edulcoró con colores y banda sonora.
¿Quién no retiene esa imagen de un dulce príncipe besando a una mujer durmiente y bella? Y… ¿qué hay detrás de ese momento? ¿cuál es la intrahistoria?
En el relato original, un rey pedófilo viola a una quinceañera que no sabe si está muerta.
En la versión más amable del cuento, un príncipe desconocido besa a una mujer dormida. En el relato original, un rey pedófilo viola a una quinceañera que no sabe si está muerta.
Estamos ante la imposición de un comportamiento sexual y el consentimiento y deseo, estamos ante el acoso que no puede ser entendido de otra forma que no sea violencia de género.
La Bella Durmiente y el principe acosador
Podríamos hablar sobre el consentimiento y el deseo, sobre La Bella Durmiente, sobre lo que hablamos siempre, sobre nosotras y nuestra posición y condición frente a lo que nos sucede por el hecho de ser mujer, pero en esta ocasión vamos a poner el foco en el príncipe, en el acosador, en el que tiene un comportamiento sexual inadecuado y que no entiende de límites ni de espacios.
Vamos a poner el foco en el príncipe, en el acosador, en el que tiene un comportamiento sexual inadecuado y que no entiende de límites ni de espacios
El acoso sexual puede darse en cualquier lugar, desde el espacio íntimo y privado al público y laboral. El elemento común a todos ellos es el agresor, ese que en algunos cuentos adopta la forma de príncipe y que, en la realidad, podría ser el mayor de los sapos, construyendo historias que dinamitan el consentimiento y reducen a las mujeres a una posición frágil y pasiva.
En el Código Penal Español se define al acosador como ‘el que solicita favores de naturaleza sexual, para sí o para un tercero, en el ámbito de una relación laboral, docente o de prestación de servicios, continuada o habitual, y con tal comportamiento provoca a la víctima una situación objetiva y gravemente intimidatoria, hostil o humillante’.
No podemos ni debemos hablar de perfiles de víctima y acosador en la violencia de género, ya que víctima podemos ser cualquiera de nosotras. Y el acosador no es más que un hombre, profundamente machista, que desprecia a las mujeres en general y a su víctima, en particular.
El acosador no es más que un hombre, profundamente machista, que desprecia a las mujeres en general y a su víctima, en particular
Roles y estereotipos de género
En un sistema social que sigue marcado por roles y estereotipos de género siguen actuando hombres, que continúan pensando que se encuentran en una situación de poder y pueden ejercerlo, que se ausentan de los espacios íntimos y de afectividad, que siguen ejerciendo el rol de hombre dominante y depredador, especialmente en el sexo que es determinante en el comportamiento del agresor.
La desigualdad se aprende y se transmite, y la historia está sesgada por el género y las relaciones de poder. Esto ha hecho posible que el acoso sexual que llevan sufriendo las mujeres, por el sólo hecho de serlo, durante siglos se haya normalizado, aceptado e incluso aplaudido y juzgado como un comportamiento inadecuado o inapropiado cuando nos encontramos ante un delito y la vulneración de derechos humanos.
La esperanza del movimiento #METOO
El mito de la Caja de Pandora cuenta que, cuando cerro la tapa, la esperanza quedó retenida en el fondo de la caja. Desde ese momento, Pandora se dedicó a consolar a las y los mortales, aquejados por tantos males, asegurándoles que ella había logrado contener y retener a la esperanza, y que ésta sería la última en perderse.
No hay víctima sin acosador, no hay acoso sin perpetrador, no hay violencia sin agresor
Movimientos como el #METOO son esperanzadores por su repercusión y su incidencia social, porque el acoso sexual ha sido reconocido como violencia de género y porque son muchas las mujeres que se han atrevido a dar un paso adelante y contar su historia y desterrar sus miedos.
Pero no es esa la solución, porque está en el otro lado, en el otro grupo de la población con la que compartimos tiempos, espacios y en muchos casos proyectos vitales. No hay víctima sin acosador, no hay acoso sin perpetrador, no hay violencia sin agresor.
Debemos condenar el acoso, sancionar a quien lo ejerce y reparar el daño ocasionado a la víctima. Pero sobre todo, debemos exigir la siguiente revolución pendiente que es la de la masculinidad, el siguiente paso hacia una sociedad igualitaria libre de violencia.