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Acoso escolar y efecto en el aprendizaje

«Hablemos sobre el acoso, hablemos sobre el bullying, pongámosle palabras y alejémonos del tabú. Seamos conscientes de que cambiará la vida de quienes lo sufren, les marcará, les abrirá una brecha que afectará a sus relaciones y sus aprendizajes, incluso a través del tiempo y, por ende, la sociedad se verá dañada». Sin que sirva de precedente, empezamos por el final del artículo de nuestra nueva colaboradora.

¿Qué efecto puede provocar el acoso escolar en los procesos de aprendizaje y cómo abordar este problema?

“De tantas veces que me lo dijeron, me costó mucho convencerme de que no era así, incluso hasta un tiempo después de que dejaran de acosarme (…) Para mí es como una herida que aún está cicatrizando y que duele un poco al tocarla.” (Testimonio real de Yaiza, acosada a los 7 años. Fuente: El País).

¿Qué efecto puede provocar el acoso escolar en los procesos de aprendizaje y cómo abordar este problema?

Momento de reflexionar si, por el contrario, las conductas -en el caso que nos ocupa, violentas– son fruto de una base educacional concreta, de una sociedad con valores deteriorados, y de las relaciones humanas que mantenemos entre nosotros.

Hora de reflexionar juntos sobre si el comportamiento humano en cualquiera de sus aspectos es producto único de un factor que lo determina, de la condición personal del individuo, si es algo ajeno a la sociedad.

A raíz de esto, Cerezo (2001) define el acoso escolar o bullying:

«Es una forma de maltrato intencionado y perjudicial, cuya persistencia en el tiempo lo hace peligroso; y aunque los actores principales implicados son el agresor y su víctima, la repercusión es negativa para todo el grupo, dado el carácter interdependiente de las relaciones sociales”.

Violeta Casilla, pedagoga y especialista en atención primaria

Violeta Casillas, pedagoga y especialista en atención temprana, nueva colaboradora de jupsin.com

Acoso escolar, miedo y silencio

Muchos de los alumnos alrededor del bullying, lo viven como meros espectadores o incluso tardan en identificarlo, por lo que en ninguno de los casos se atreven a actuar o no lo sienten como un asunto que les afecte.

Estas consecuencias son el lenguaje que la víctima no tiene para decir que necesita ayuda, voz que no tienen su miedosilencio

Si llegan a reconocerlo, sienten miedo de actuar, de convertirse ellos en las víctimas; el silencio les sirve de escudo a su propia integridad. Los alumnos que sufren el acoso, las llamadas “víctimas”, también se encuentran en esta tesitura de la confusión y el miedo.

Desde este panorama, resulta difícil que la parte agresora cese en su empeño y comienzan a verse signos evidentes de cómo afecta directa e indudablemente en el proceso de aprendizaje, algo que, si estamos atentos, sí puede disparar nuestras alarmas.

Podríamos decir que estas consecuencias son el lenguaje que la víctima no tiene para decirle a su entorno que necesita ayuda, son la voz que no tienen su miedo y su silencio. Y nos corresponde escucharla.


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Trastornos emocionales y merma de atención

En la parte que sufre las agresiones comienza a verse afectada la autoestima. Las víctimas toman actitudes pasivas, por lo que la participación en el aula decrece o desaparece por completo.

No entender lo que está pasando o asumir roles de inferioridad, junto con los sentimientos de miedo o vergüenza, derivan en trastornos emocionales y en los casos más extremos, en depresión o ansiedad.

Las víctimas toman actitudes pasivas,  la participación en el aula decrece o desaparece

Ahora bien, nosotros como adultos, ¿seríamos capaces de desempeñar satisfactoriamente nuestro trabajo o tareas diarias desde la tristeza, la angustia o cualquiera de esos rasgos nombrados anteriormente?

Claramente no, y eso que contamos con mayores estrategias de aprendizaje, experiencias, y un desarrollo emocional mucho más elaborado.

Por esta razón, se merma la atención, la concentración, y la capacidad para retener ciertos aprendizajes funcionales que se alimentan, precisamente, de un buen estado emocional.



Acoso escolar y trastornos de conducta

En esta línea, muy de la mano de los aspectos emocionales, nos encontramos los trastornos de conducta: las fobias, el rechazo a las relaciones, las reacciones desmedidas al contexto, etc., que incrementan la inhibición y el aislamiento de su entorno más cercano.

Todo esto, inevitablemente, contribuye a desprenderse inconscientemente de responsabilidades diarias y comienzan a perder el interés por la escuela y a disminuir sus motivaciones. ¿Y cómo alcanzar objetivos sin motivación?

A priori, nos puede parecer que la parte agresora no padece sufrimiento directo o evidente. Nada más lejos de la realidad.

A priori, nos puede parecer que la parte agresora no padece sufrimiento directo o evidente. Nada más lejos de la realidad.

En este caso, habría que pensar, además, que su patrón no sólo genera consecuencias en sus entornos y en su proceso de aprendizaje. Podríamos contemplar la agresión como síntoma, un síntoma de que está ocurriendo algo que determina una actitud ante la vida y su contexto.

Teniendo esto en cuenta, tanto los síntomas como las consecuencias se observan en evidencias: crean relaciones sociales y familiares desde la agresividad, desde un estado emocional descompensado, irritabilidad, falta de autocontrol, excesiva autoridad y conductas impulsivas.

Por lo tanto y en este caso, cambiar el foco de interés en los estudios por el de la rebeldía contra el entorno y las relaciones de poder hacia sus iguales, puede llegar a generar, aunque no en todos los casos, bajo rendimiento y fracaso escolar.

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¿Saben los padres cómo prevenir actitudes agresivas en sus hijos? ¿Conocen de primera mano qué hacer ante un caso de acoso?

Escuela y familia

Con toda esta visión, se hace prioritaria la intervención en el contexto directo (escuela y grupo de iguales) e indirecto (la familia). Estas acciones le corresponden al entorno familiar dentro de su propio sistema, y en el centro, al profesorado y a los orientadores, fundamentalmente. Ahora bien:

  • ¿Saben los padres cómo prevenir actitudes agresivas en sus hijos?
  • ¿Conocen de primera mano qué hacer ante un caso de acoso?
  • ¿Saben cómo detectar cambios en su día a día que puedan ser signos de alarma?

¿Están realmente preparados los docentes para detectar el acoso escolar en el aula?

  • ¿Están realmente preparados los docentes para detectar los casos de acoso escolar dentro del aula?
  • ¿Son siempre conscientes de las relaciones que establecen sus alumnos, de las redes que se crean, y de cómo estas evolucionan?
  • ¿Tienen formación suficiente para tratar el tema dentro del aula y desde los casos particulares?
  • ¿Conocen cómo ayudar a prevenir el acoso escolar?

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Aprendizaje y educación emocional

Desde el ámbito familiar, la propuesta de prevención pasa por darle una carga importante a la educación emocional de nuestros hijos. Esta es la base de cualquier conducta que pueda desarrollarse, de las relaciones que establecemos con nuestro entorno.

Comenzar en edades tempranas con un buen enfoque que favorezca su desarrollo emocional, ayudará a prevenir conductas futuras que después habrá que tratar desde la intervención directa, y ya no desde la prevención.

Desde el ámbito escolar, en cambio, la prevención y el tratamiento pueden incluso ir de la mano. De modo preventivo, podemos siempre trabajar en el aula las relaciones entre nuestros alumnos, invertir tiempo en conocerles, en descubrir sus inquietudes y su forma de situarse en el mundo.

Es de vital importancia que observemos las relaciones que se establecen y qué cambios se producen en los alumnos, tanto en sus actitudes como en su rendimiento. La observación es una de las armas más poderosas con las que contamos para detectar si todo funciona o no como debería.


El Colegio Castilla colabora con la Fundación Botín en inteligencia emocional

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Punto clave: comunicarse, coordinarse entre alumnos, familias y centro

Hablemos del acoso y alejémonos del tabú

Otro de ellos es la formación, formar a los profesionales para el conocimiento del acoso escolar, cómo reaccionar ante esta situaciones y realizar un protocolo de actuación que les respalde y les avale.

No obstante, siempre es necesario el seguimiento a víctimas y agresores, desde enfoques muy diferentes, que garanticen una continua comunicación y valoración de la situación. Este es uno de los puntos más importante: comunicarse, coordinarse entre alumnos, familias y centro.

Hablemos sobre el acoso, hablemos sobre el bullying, pongámosle palabras y alejémonos del tabú. Seamos conscientes de que cambiará la vida de quienes lo sufren, les marcará, les abrirá una brecha que afectará a sus relaciones y sus aprendizajes, incluso a través del tiempo y, por ende, la sociedad se verá dañada.

Licenciada en Pedagogía, experta en Atención Temprana y formada en Trastorno del Espectro Autista. Hasta finales del 2017 trabajó 5 años en Down Madrid como terapeuta de estimulación infantil (de 0 a 6 años, interviniendo con diferentes necesidades del desarrollo como Síndrome de Down, TEA, retraso madurativo y otras discapacidades), y como terapeuta de Grupos de Habilidades Sociales. Actualmente trabaja en su propio 'Gabinete Pedagógico' especializado en las necesidades educativas y las dificultades del desarrollo (niños hasta 10 años) y en orientación y apoyo familiar y profesional en escuelas infantiles.

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