El pasado 8 de marzo se celebró el Día de la Mujer con una trascendental huelga para pedir a conciencias e instituciones la igualdad real y efectiva de género.
Mucho se ha escrito al respecto y seguro que puedo aportar muy poco, pero quiero hacer una reflexión sobre la cantidad de voces críticas que escuché tanto en debates de los medios de comunicación como en la calle.
Me resultó chocante que el feminismo, entendido como defensa de la igualdad de la mujer respecto al hombre, tuviera detractores.
Posturas radicales
Al final llegué a la conclusión de que aún se mantiene una connotación negativa del feminismo que proviene de posturas radicales que la gran mayoría de las mujeres no respaldan ni defienden.
Esta ideología radical creo que ha servido para que aquellos que aún defienden una sociedad machista tengan un clavo al que agarrarse y justificar determinadas actitudes.
Emblemas como “nosotras parimos nosotras decidimos” convierten equivocadamente al feminismo en el antónimo del machismo y no es esto lo que la gran masa de mujeres queremos.
En la huelga del pasado 8 de marzo también se escucharon ciertas frases y gritos en las manifestaciones poco afortunados. De hecho, intelectuales, periodistas, profesionales de otros ámbitos y mujeres anónimas manifestaron no sentirse identificadas con esas insignias ni con la mezcla de temáticas que se expusieron en el manifiesto final de la jornada.
En una entrevista de trabajo me preguntaron si pensaba ser madre porque en esa empresa se creía en la familia pero no entre sus trabajadores
Ser madre, familia y oportunidades laborales
Pero al final esto son sólo anécdotas que me gustaría que no se utilizaran interesadamente por los lobbys resistentes a la igualdad de los hombres y las mujeres en aspectos como los salarios y las oportunidades laborales, y en lo que es más importante, la confianza en las capacidades de las mujeres para ocupar puestos relevantes.
Como todas las mujeres, yo me he encontrado con actitudes que en su momento no he calificado de machistas aunque lo fueran, sólo he sentido lástima de quien me ha puesto en determinadas situaciones y he lamentado su educación tan deficiente.
Por poner algunos ejemplos diré que en una entrevista de trabajo me preguntaron si pensaba ser madre porque en esa empresa se creía en la familia pero no entre sus trabajadores.
Peor fue cuando, en otra, me hicieron firmar que no me quedaría embarazada en el periodo de prueba… y yo pensaba “sí, sí tú dime lo que quieras que ya haré yo lo que me dé la gana”.
Trabajar con mujeres
Miles de veces he oído la siguiente frase: “trabajar con mujeres es lo peor, porque somos muy malas entre nosotras”. Ufff, que rabia me da oír esta frase… Así que aprovecho estas líneas para acordarme de Esperanza, mi primera jefa, que tenía mellizos, jornada reducida y era la más productiva del departamento.
De Nuria, que te montaba ella sola una feria en el IFEMA y pedía el cien por cien cuando era necesario pero odiaba calentar silla y que los que trabajábamos con ella lo hiciéramos.
Miles de veces he oído: “trabajar con mujeres es lo peor, porque somos muy malas entre nosotras”. Ufff, que rabia me da…
De Lorena, de Cris y de Tere, que comenzaron siendo compañeras y terminaron siendo maravillosas amigas.
He trabajado tanto con mujeres como con hombres estupendos de los que he aprendido muchísimo y también he tenido no tan gratas experiencias provenientes de ambos sexos.
¿Es que todas las mujeres somos madres?
Hay un argumento que los que defienden que hombres y mujeres nunca podrán ser iguales esgrimen y que yo me niego a dar ninguna validez y es el tema de la maternidad.
Conozco a mujeres que han ido a trabajar hasta el último día de su embarazo, que ya tiene mérito, y después de 16 semanas se han reincorporado a su puesto de trabajo.
¿Por este periodo tan corto de tiempo, teniendo en cuenta toda una trayectoria laboral, debe considerarse como justificación para que no se tenga en cuenta de igual manera a un hombre que a una mujer?
Lo que no me gustaría es que este movimiento por la igualdad tuviera un efecto rebote y a los hombres se les terminara tratando mal por su género
Efecto rebote
Me parece un argumento irrisorio, sobre todo teniendo en cuenta que tengo amigos que se han lesionado jugando al fútbol y han estado muchos más meses de baja para poder recuperarse.
Vamos, que nadie estamos exentos de enfermedades y accidentes que nos tengan alejados de nuestro puesto de trabajo. Y, además, ¿es que todas las mujeres somos madres?
Lo que no me gustaría es que este movimiento por la igualdad tuviera un efecto rebote y a los hombres se les terminara tratando mal por su género.
Y lo digo porque ya veo cosas que no me gustan. Por ejemplo, es muy común que los padres de niñas afirmen con vehemencia que las niñas son más listas y espabiladas que los niños, o que en los dibujos animados las niñas sean siempre las inteligentes y los niños adopten el rol del torpe… ¡Me da una pena el padre de Pepa Pig!