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Conocer las emociones: la ira
Adquisición temprana de rutinas saludables (9).
Serie de artículos sobre Parentalidad Positiva.
Silvia Chamorro, psicóloga especializada en intervención social
Conocer las emociones: la ira. Este es el título del nuevo artículo de la psicóloga Silvia Chamorro sobre la adquisición temprana de rutinas saludables, dentro del concepto de Parentalidad Positiva.
Silvia aborda la parentalidad positiva partiendo de la crianza y educación en salud. De esta forma, dispondremos de todas las claves para una salud plena.
La psicóloga se centra ahora en las emociones. Y finalizará con una serie de artículos sobre estilos comunicativos y su importancia en la comprensión y asimilación del mensaje por las y los menores.
Te lo contamos en jupsin.com, el portal profesional exclusivo de IPDGrupo.com que te ofrece información para decidir sobre igualdad y salud.
Nadie nos puede decir cómo criar o educar, cada situación es única. Pero en cualquier caso, la información siempre es útil para decidir.
La idea de estos artículos es ofrecer información a madres, padres, abuelas, abuelos y personas responsables de una o un menor. Incluimos propuestas útiles y aplicables que conviertan la crianza en algo constructivo y agradable.
Conocer las emociones: la ira
Silvia Chamorro – Psicóloga especializada en Intervención Social
La ira es una emoción primaria desagradable que nos activa, nos pone alerta y nos prepara para dar una respuesta.
¿Cuándo aparece la ira? Puede aparecer cuando encontramos algún obstáculo a la hora de conseguir un objetivo, cuando nuestras necesidades no están cubiertas o frente a un peligro o amenaza.
Seguro que se nos ocurren infinidad de situaciones en las que aparece la ira, especialmente con las y los más pequeños que aún están aprendiendo a identificar y controlar sus emociones.
¿Quién no ha sufrido una rabieta a la hora de irse del parque? ¿Quién no ha puesto el grito en el cielo tras un comportamiento temerario y peligroso?
Las emociones son subjetivas
La ira es subjetiva, lo que a mí me enfada y me da rabia puede no ser importante para otra persona. Lo mismo ocurre con las demás emociones, no a todas las personas les da miedo la altura o asco el brócoli.
Dentro de las emociones primarias la ira es una de las que se percibe más negativamente. Esto se debe a que la asociamos erróneamente con la hostilidad, que en realidad es un rasgo de personalidad o con la agresividad y los comportamientos violentos.
La ira no genera necesariamente una respuesta agresiva o violenta. Puede ocurrir cuando la emoción no se controla o no se sabe gestionar, pero no tiene por qué acabar en agresividad o violencia..
Como ya sabemos, todas las emociones cumplen su función. Tanto las emociones agradables como las desagradables nos transmiten información sobre nosotros/as.
En el caso de la ira, uno de los principales beneficios, aunque nos sorprenda, es el de mejorar nuestras relaciones. Para que la ira pueda cumplir con esta función las personas implicadas tienen que ser conscientes de su emoción, pero también de la del otro.
Ira, una emoción intensa
La ira es una emoción intensa que siente la criatura a la que cuido y que siento yo también.
Si soy capaz de identificar lo que me molesta o enfada de otra persona es más probable que pueda calmarme, comunicarlo y buscar soluciones.
Del mismo modo, percibir lo que enfada al otro me permitirá evitar que se desencadene una reacción de ira.
En muchas ocasiones, la inteligencia emocional de las y los adultos no es buena. Las situaciones cotidianas que vivimos con las y los pequeños son agotadoras y frustrantes, su ritmo es mucho más calmado que el nuestro, demandan atención cuando no se les puede dar, gritan y lloran en lugares inoportunos, salen corriendo, desobedecen, etc.
Frente a esto es habitual perder la paciencia y reproducir los modelos de crianza con los que fuimos cuidados, ya que es la respuesta más instintiva. Seguro que en ocasiones gritamos, amenazamos con castigos, decimos cosas que no pensamos o les faltamos al respeto.
Que sea normal no significa que sea bueno
Como cuidadoras/es debemos normalizar que esto ocurra y no culpabilizarnos en exceso si alguna vez nos comportamos de manera injusta o fuimos demasiado duros/as. Pero que sea normal no significa que sea algo bueno y debemos esforzarnos para cambiarlo.
Un truco para darnos cuenta de cuándo nos comunicamos con ira hacia las criaturas es preguntarnos: ¿Le hablaría a una adulta/o de la misma manera?
Si la respuesta es NO posiblemente lo que está pasando es que estamos descargando nuestra frustración, cansancio, inseguridad, infelicidad, culpa, etc. contra ellas y ellos.
Sorprende, pero lo cierto es que nos es mucho más fácil expresar ira con las personas que nos quieren incondicionalmente, las que a pesar de descargar mi rabia contra ellas no me van a dejar de querer.
Esa es la forma en la que nos quieren nuestras criaturas y es como debemos y solemos quererles también, tal y como son, sin condiciones.
Autocrítica y reflexión
Las y los adultos nos escudamos en que vivimos en un mundo en el que las preocupaciones económicas son constantes, tenemos que hacer frente a la casa, el coche, la alimentación, la vestimenta y el ocio.
El trabajo se convierte en una necesidad y el tiempo libre es escaso, se priorizan las responsabilidades y lo material frente a nuestras propias hijas e hijos.
Si bien esto es cierto, en muchas ocasiones no es la causa de que no prestemos la suficiente atención a las y los menores a nuestro cargo.
También hay que hacer un poco de autocrítica y reflexionar sobre si comparto momentos de calidad con él o ella en mi tiempo libre, si las Redes Sociales son un distractor innecesario, si soy un buen referente para la persona a mi cargo, si confía en mí, etc.
¿Cómo identificar la ira?
La ira tiene una gran intensidad cuando se representa y es fácilmente reconocible en manifestaciones corporales como sudoración, temblores, taquicardias, aceleración de la respiración, fruncir el ceño, apretar mandíbulas, apertura de hombros para sacar pecho, cerrar el puño, etc.
A nivel fisiológico, la ira también produce cambios, un aumento de la actividad de la glándula suprarrenal del cerebro, que libera más adrenalina y noradrenalina.
Esto nos mantiene en alerta y con energía, pero también dificulta o incluso imposibilita que pensemos con claridad y actuemos de forma racional.
¿Cómo controlar la Ira?
Son numerosas las técnicas que se utilizan para el control de la ira. En este artículo os propongo algunas de las más efectivas:
Respiración profunda
Si la reacción a la emoción es física significa que también puedo contrarrestarla de la misma manera. Fijar nuestra atención en la respiración nos ayudará a distanciarnos de la situación, a bajar el nivel de activación general del cuerpo y a relajarnos.
Análisis de pensamientos
Cuando sentimos ira aparecen, principalmente, pensamientos de dos tipos: activadores y culpabilizadores. Debemos hacer frente a ambos con la razón, como explicamos en la siguiente técnica:
- Activadores: «a mí nadie me habla de esta manera», «se va a enterar de lo que es bueno», «le daría un tortazo», etc. Incrementan la sensación de ira.
- Culpabilizadores: «me saca de mis casillas» o «nunca me hace caso». Responsabilizan al otro y no te ayudan a logran una solución.
Autoinstrucciones
Cuando nos demos cuenta del enfado intentemos sustituir los pensamientos negativos por frases que consideremos ciertas y que nos ayuden a distanciarnos de la emoción.
Por ejemplo, «puedo controlar la situación», «voy a relajarme», «si me tranquilizo pensaré con más claridad», etc.
Tiempo fuera
Esta técnica consiste en literalmente salir de la situación, pero no para pensar en lo que ha ocurrido y buscar una solución, sino para respirar, aplicar las autoinstrucciones y relajarse.
Una vez que controlemos la emoción de ira ya podemos volver a la situación.
Distractores
Cuando la ira sea tan intensa que no se consiga bajar el nivel de activación se puede buscar alguna actividad que ocupe por completo nuestra atención y nos “desconecte” de la situación como:
- algún cálculo matemático
- describir detalladamente algo que estemos viendo
- intentar recordar con nitidez alguna escena pasada
Tenemos que tener presente que en la crianza es tan importante identificar, controlar y gestionar las reacciones de ira que sienten las y los pequeños como identificar, controlar y gestionar nuestra propia ira.
Para ello, es bueno que las emociones sean un tema frecuente y cotidiano. Expliquemos a nuestras hijas e hijos que la ira es una reacción normal del cuerpo para avisarnos de que algo nos molesta o no esta bien.
No sirve de nada que intentes razonar en medio de una rabieta, pero puedes volver sobre la situación pasado un tiempo y reflexionar con ella o él. ¿Recuerdas cuando esta mañana te enfadaste porque se rompió tu juguete? ¿Te acuerdas de que me gritaste y estabas muy tenso y con los puños cerrados?, etc.
Trasladar a nuestras criaturas aquellas técnicas que nos resulten útiles hará que no solo las y los adultos manejemos mejor la situación, sino que también las niñas y los niños aprendan a autorregularse.
Gestionar las emociones
Cuando en una situación de conflicto la persona adulta se altera, en ningún caso la respuesta del o de la menor va a ser tranquilizarse sino lo contrario. Lo probable es que se asuste y tarde un tiempo en calmarse o abandonar el comportamiento que provocó nuestra irritación.
Evitemos entrar en luchas de poder y frases ineficaces como «no llores», «cálmate», «deja de gritar», etc. Asumamos la responsabilidad de nuestra emoción.
Yo también estoy sintiendo ira, frustración, estrés o enfado, soy yo quien tiene que gestionar la emoción.
Es ilógico gritar a alguien que se calme cuando yo misma/o no lo estoy. En cambio, ponernos a su nivel (incluso de forma literal, agachándonos) y usar frases en plural como «vamos a calmarnos», «tomemos un poco de aire», crea un clima mucho más propicio para que se exprese, nos diga lo que le ocurre y baje la intensidad de la emoción.
Una de las partes más bellas de la crianza es que nos enseña mucho sobre nosotras/os mismos y nos impulsa a crecer y mejorar junto a nuestras criaturas, por supuesto supone un esfuerzo, pero los resultados merecen la pena. Ánimo.
(1) Criar o educar en salud física
(2) Criar o educar en salud mental
(3) Criar o educar en salud social y relacional
(4) Criar o educar en salud sexual y reproductiva
(5) Conocer las emociones: la sorpresa
(6) Conocer las emociones: el miedo