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Amar en Minnesota

El amor de verdad a veces no se declara en un parque bajo la lluvia, no te persigue en una boda cuando te cae el ramo de la novia, no pida que «sigan a ese taxi» ni baila contigo en una noche plagada de estrellas… El amor de verdad no busca a una mujer que encaje en un zapato, busca una farmacia de guardia a las tres de madrugada para un niño que llora…

Amar en Minnesota – Por Mercè Roura – Un relato vibrante y que no te dejará indiferente – Especial para jupsin.com


Se encontraban en un tren y era amor a primera vista. No podían vivir el uno sin el otro. Eran tan guapos, tan perfectos… Era un amor que solía y podía doblegar el destino cruel o un necesario giro de guión para tenernos en vilo un rato más…

Ellos no existían. Eran dos actores fingiendo haber encontrado el amor de sus vidas…

Siempre acababan juntos, besándose bajo la lluvia mientras una música estremecedora mostraba los créditos de la película que nos devolvían a la realidad…

Ellos no existían. Eran dos actores fingiendo haber encontrado el amor de sus vidas…

Sin embargo, nosotros seguíamos considerando que aquello era el amor y lo que no se parecía a eso era una especie de anomalía en nuestras vidas…

Yo me lo creí  durante años.  Lo comparé con mi vida durante mucho tiempo y estuve esperando que alguien me encontrara y descubriera todo el amor que llevaba dentro de mí para compartir…

Crecimos viendo como se amaban en Nebraska, Kentuky, Utah, Montana, Kansas, New York o Massachusetts.

Amores de consolación

Cuando te crees esas historias,  parece que hay amores de verdad y amores de segunda. Primeros premios y premios de consolación…

Amores de película y amores cotidianos. Amores de fresas champán y amores de café con leche y churros. Amores de saltar al mar desde un barco gritando «te quiero» y amores de «luego si eso me llamas». Y claro, a ti te han tocado los segundos…

Creíamos que el amor eran los amantes perfectamente sincronizados agarrando las sábanas con las manos en pleno clímax

Crecimos viendo como se amaban en Nebraska, Kentuky, Utah, Montana, Kansas, New York  o (este me encanta especialmente) Massachusetts.

Nos contaron que el amor era un estallido y un frenesí loco, un todo irá bien, un «el amor lo puede todo» y unas cuantas frases más que nos llevaron a creer que no estamos completos hasta que amamos a otros, que hay que buscar el amor y perderse en la vida hasta encontrarlo, que la persona a la que amamos es perfecta y que nosotros debemos serlo también para ser dignos de amor.

Y nos creíamos que el amor eran las frases adecuadas, los gestos adecuados, los amantes perfectamente sincronizados agarrando las sábanas con las manos en pleno clímax.

Nos dijeron que la gente cambia siempre. Todavía más, que les podemos cambiar nosotros con nuestro amor y convertir al que nunca se compromete en un devoto esposo y a la persona adicta en madre ejemplar en un abrir y cerrar de ojos.

Las personas no cambian por amor. Sencillamente, muchas veces no cambian. Hay que aceptarlo y no poner tu felicidad esperando ese cambio y sobre todo no poner tu vida en sus manos.

Cuando no te amas a ti mismo suficiente, vas buscando que sean otros quienes cubran ese vacío enorme que hay en ti y eso nunca sale bien

Nuestra responsabilidad

Cuando no te amas a ti mismo suficiente, vas buscando que sean otros quienes cubran ese vacío enorme que hay en ti y eso nunca sale bien. No podemos ser feliz por persona interpuesta… No podemos cargar a otros con la responsabilidad de hacernos felices.

La felicidad no es que todo salga bien, no es un momento de subidón, no es una puesta de sol, es un estado mental de paz en el que poder vivir tu vida tal y como es sin salir precipitado de ella, es aceptarte y aceptar a otros como son… Es no tener que estar con nadie que no te trate bien por temor a nada, ni siquiera a la soledad.

Huimos de nosotros mismos y en nuestra huida encontramos personas por el camino que también están intentando escapar de sus vidas y pensamos… ¿Será ese compañero de viaje que estaba buscando?

Nos une la huida y no el encuentro. Nos une el viento y no la tierra firme bajo nuestros pies.

Apego, necesidad, miedo

Y compartimos un rato, a veces largo, a veces corto, a veces se hace eterno…

Pero lo que nos une no es un deseo de querer compartir la vida, es una necesidad de no sentirnos solos, de no cenar sin velas ni canciones de amor que hablan de no poder vivir sin alguien.

Nos une el viento y no la tierra firme bajo nuestros pies

Nos une el miedo o el deseo, no el amor. Nos une la huida y no el encuentro.

Nos une el viento y no la tierra firme bajo nuestros pies.

Cuando dos personas están juntas porque prefieren mirar en el interior del otro antes de mirar en su interior no se llama amor, se llama apego, necesidad, miedo… Cuando en lugar de bucear en sus miserias, bucean en miserias ajenas, el amor se escapa, de desvanece…

Y no queda amor, queda un miedo compartido a verse en ese espejo del alma y descubrir que no hay nada ni nadie que vaya a salvarnos de nosotros mismos excepto nosotros mismos.

Esperando la magia

La pesada carga de tener que hacer felices a otros y calmar su dolor siempre nos deja destrozados.

Sin embargo, muchas veces seguimos ahí, esperando la magia, el cambio, esperando que esa persona se levante un día y sea distinto, que sea como parecía que era esa noche en que te dijo hola y te miró con deseo.

En el fondo, necesitas que el otro cambie para poder cambiar tú, para verte distinto a ti, para creer que eres digno de ese amor

Porque necesitas recuperar esa mirada de deseo para poder desearte, para poder sentir que vales, que mereces una vida mejor, que no estás tan mal…

En el fondo, necesitas que el otro cambie para poder cambiar tú, para verte distinto a ti, para creer que eres digno de ese amor…

Curiosamente, la vida, deliciosa y caprichosa, espera todo lo contrario… Que cambies tú y luego veas como esa persona es distinta, porque la ves distinta, porque forzosamente tiene que cambiar en algo si tú eres de otro modo…

Puede que se quede, que se vaya, que se reafirme, que se desvanezca… Nadie sabe, pero ya no importa, porque te tienes a ti. Ya no estás sola.

Las personas no cambian por amor a otros, sólo cambian por amor a ellos mismos, amor de verdad, autoestima, respeto…

Yo durante algunos años también quise amar en Ninnesota… Esperaba que alguien viera en mí lo que yo no era capaz de ver, que alguien me dijera lo que yo nunca me decía…

Esperaba que alguien me amara para poderme amar. Quería las luces brillantes, la escena de velas, el cine al aire libre, la película de amor para saber que era amor.

Amar de verdad no busca a una mujer que encaje en un zapato, busca una farmacia de guardia a las tres de madrugada para un niño que llora…

El amor de verdad

El amor de verdad a veces no se declara en un parque bajo la lluvia, no te persigue en una boda cuando te cae el ramo de la novia, no pida que «sigan a ese taxi» ni baila contigo en una noche plagada de estrellas…

Tiene ojeras, no sabe bailar, no canta, no junta a veces tres frases seguidas sin titubear, no es el amante perfecto…

El amor de verdad no busca a una mujer que encaje en un zapato, busca una farmacia de guardia a las tres de madrugada para un niño que llora…

Tiene ojeras, no sabe bailar, no canta, no junta a veces tres frases seguidas sin titubear, no es el amante perfecto, no escribe tu nombre en las paredes…

No es como esos amores de Ninnesota cuando ella o él regresan al pueblo y gritan en voz alta «te quiero»… El amor de verdad a veces te lo dice y otras se lo calle porque también ama tu silencio.

Periodista y formadora en comunicación, marca personal e inteligencia emocional. Más de 17 años de experiencia en radio y televisión. Ahora ayudo a las personas a conseguir que potencien su talento y lideren sus vidas. Me apasionan las palabras y su poder para cambiar nuestra forma de pensar y de vivir. Su primer libro ‘Amo la Imprudencia de mis Palabras'. El momento de cambiar y ser grandes es éste. Su último libro ya está disponible: 'Cosas que debí decirte hace cien años'

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