El momento previo a la celebración del juicio oral por acoso laboral
«Mira con los ojos de otro, escucha con los oídos de otro y siente con el corazón de otro». Esta frase pertenece al célebre médico y psicoterapeuta austriaco Alfred Adler, fundador de la escuela conocida como psicología individual. He querido comenzar este post sobre acoso laboral con este pensamiento que, sin duda, viene a resumir el concepto que os quiero hacer llegar y que estimo de vital importancia en el trabajo que debemos desarrollar los abogados a la hora de relacionarnos con nuestros clientes y que nos servirá para crear con éstos, sólidos lazos de confianza.
Esto lazos de confianza serán necesarios desde el mismo momento en el que la persona toma la decisión de acudir a nuestro despacho. Debemos tener en cuenta que la persona que recurre a nosotros no busca sólo un profesional serio, capaz y solvente que le ayude a resolver la complicada y excepcional situación que está viviendo, busca ser entendido y sobre todo busca alguien en quién confiar.
Esta compenetración con nuestro cliente será necesaria para llevar a cabo una buena defensa del mismo que cubra sus expectativas. Y aunque esta idea o concepto es válida en general para cualquier asunto que se nos encomiende y durante toda la relación cliente-abogado, mi intención es circunscribirla al acoso laboral y al concreto momento previo a la celebración del juicio oral.
¿Por qué me ciño a tan concreto momento? y ¿por qué al acoso laboral? La explicación es sencilla, porque tengo la necesidad de poner altavoz a las personas que han sufrido y sufren acoso laboral, y porque uno de los momentos más difíciles para el acosado, a parte de ser el de tomar la decisión de denunciar su situación y ponerse en manos de su letrado y de su médico, es el momento anterior a la celebración del juicio oral.
Más allá del asesoramiento jurídico, confesor y psicólogo
La labor del letrado en este concreto momento es de trascendental importancia, no sólo en el ámbito jurídico sino, y sobre todo, en el ámbito humano. Los compañeros coincidirán conmigo en que nuestra labor, en numerosas ocasiones, se extiende más allá del asesoramiento jurídico y la representación de sus clientes ante Jueces y Tribunales. La labor del abogado es también la de un confesor y casi la de un psicólogo, aunque no podamos sustituir a ninguno de los dos.
Los abogados estamos acostumbrados a gestionar situaciones adversas, en ello consiste nuestro trabajo, pero debemos tener en cuenta que para nuestro cliente, la situación a la que se enfrenta es nueva y excepcional en su vida. Y esta situación genera ansiedad, preocupación, dudas, inseguridad y miedo.
Dichas sensaciones, a su vez, y más claramente en los casos de acoso laboral, se entremezclan con la situación de violencia extrema que la víctima ha venido sufriendo durante un largo periodo de tiempo, cuyo objetivo es minar maliciosamente la integridad moral del trabajador, tendiendo a su auto eliminación mediante su denigración.
«Mira con los ojos de otro, escucha con los oídos de otro y siente con el corazón de otro»
Nos encontramos con una persona, nuestro cliente, cuyos derechos fundamentales, aquellos que nuestra Constitución dota de una especial protección y que son un absoluto en todo ordenamiento jurídico civilizado, tales como el honor, la dignidad personal y profesional, la imagen, la integridad moral, se han visto vulnerados y pisoteados.
El cliente, el trabajador, la persona, ha sufrido un humillación sistemática derivada de la actuación de sus acosadores, que han terminado por devastar su dignidad como profesional y como ser humano, destruyendo su autoestima y produciéndole un quebranto moral difícil de reparar y que sin duda llevará consigo toda su vida. La dignidad, en palabras del filósofo Immanuel Kant es el valor que tiene toda persona por el solo hecho de ser persona. La categoría de persona convierte al ser humano en un fin en sí mismo, es decir, en alguien que no puede ser usado como medio para obtener otro fin, y que, por lo tanto, merece todo respeto y reconocimiento.
En numerosas ocasiones, además, nos encontramos ante una persona cuya salud está afectada. Y aunque debemos advertir que la existencia del acoso laboral en modo alguno depende de que la víctima haya sufrido un daño, dicha situación de mobbing acarrea en numerosas ocasiones severos problemas emocionales, psicosomáticos y psicológicos en las víctimas, entre los más frecuentes están los trastornos adaptativos, ansiedad, depresión, deterioro de la salud mental, etc.
Debemos tratar con una persona que se ha visto sometida a una tortura psicológica, reiterada, que gota a gota va haciendo mella en el alma, que poco a poco te va apocando, abatiendo. Esto es el acoso laboral. Iñaki Piñuel (psicoterapeuta y consultor internacional experto en violencia psicológica y acoso) lo entiende de la siguiente manera: «una tortura gradual que gota a gota acaba minando la salud del trabajador y su resistencia psíquica hasta conseguir destruir su autoestima o producir enfermedades psicosomáticas que previamente no existían y que son el resultado de la indefensión que aprende la víctima«.
Un momento sencillamente terrible
Para una persona que ha sufrido todo lo descrito, el momento de enfrentarse a sus acosadores, de ponerse frente a ellos es, sencillamente, terrible. Volver a ver la cara de quienes han intentado por todos los medios aniquilarte como persona, de quienes han ultrajado lo más preciado que tiene un ser humano, su dignidad, es muy doloroso.
Es aquí donde el abogado debe tirar fuerte del lazo de confianza que ha ido construyendo previamente con su cliente, porque es en este momento donde necesita más que nunca que nos pongamos en su piel. Lo más importante es hacer ver a nuestro cliente que no está solo frente a su verdugo, que su abogado está ahí, que tiene a su lado no sólo a un profesional que vela por sus intereses, sino también y sobre todo, tenemos que hacerle ver que junto a él además del abogado está la persona, el ser humano que entiende su sufrimiento, sus miedos, sus inseguridades. La labor aquí es darle apoyo sobre todo en el plano emocional, sin permitir que la persona se venga abajo.
Debemos transmitir a la persona que es nuestro cliente seguridad y confianza. Ya hemos dicho que su dignidad ha sido menoscabada, tenderá a sentirse inferior, a pensar que no puede con la situación que está viviendo, que le supera, se sentirá atenazada. El abogado debe hacerle ver que es capaz de controla la situación, de dominar sus emociones evitando que éstas se apoderen de él. Hay que transmitirle que puede con la situación, que es una persona digna, que está allí para defender la dignidad que han pretendido arrebatarle.
No se juzga a la persona acosada
Es fundamental recordarle que es la víctima y no la culpable de la situación. No se juzga a la persona acosada. Allí se está para juzgar las conductas antijurídicas que otros han protagonizado. Hagamos fuerte a nuestro cliente utilizando como herramienta su propia dignidad, esa que han pretendido arrebatarle y que ahora se encuentra maltrecha. Esa dignidad por la que ha sufrido, es en la que tiene que buscar consuelo, es la bandera que debe portar bien alta, su dignidad y la defensa de la misma enfrentada con la indignidad del verdugo.
Debemos intentar que nuestro cliente no viva con angustia los momentos previos de espera, que se hacen casi interminables, ante la puerta del juzgado. El sentimiento de la persona es de agonía y debemos convertir el desconsuelo en algo positivo. Es el objetivo final. El momento en el que va a llevar a sus verdugos ante la Justicia, en el que va a tener la oportunidad de poder expresar el sufrimiento que ha padecido. Este momento es su momento y allí estaremos para aprovecharlo, abogado y cliente, JUNTOS.
Transmitamos a la persona confianza en la justicia, en nuestro Estado de Derecho, en la sensibilidad del juzgador a la hora de tratar estos temas. Demos a la personas herramientas que le posibiliten recomponer la confianza perdida. Estamos ante la puerta para dar un paso de gigante, de avanzar para dejar atrás la angustiosa situación que lleva padeciendo durante meses, años quizás y que ha terminado por paralizar su vida. Transmitamos a la persona que estamos cerca del final del sufrimiento.
Posibilidad de conciliación judicial
Quiero hacer especial mención a la posibilidad que otorga nuestro ordenamiento jurídico y que consiste en intentar una previa conciliación judicial que resuelva el litigio y haga innecesaria la celebración del juicio oral. Es importante tener en cuenta esta posibilidad por los sentimientos encontrados que esta opción genera en la víctima de acoso laboral y la importante labor que debe desarrollar el abogado para con su cliente.
La posibilidad de resolver el asunto en conciliación previa a la celebración del juicio oral supone para la víctima de acoso una puerta abierta para acabar con su calvario de manera rápida y sobre todo definitiva. Pero a su vez surgirán sentimientos encontrados, sobre todo por el hecho de que aceptar llegar a un acuerdo económico con la contraparte, es como poner precio a su dignidad. La víctima, la persona, nuestro cliente, se sentirá como si estuviera vendiendo su dignidad, e incluso se sentirá desleal consigo misma. A su cabeza vendrán pensamientos como «si yo pongo precio a mi dignidad, si mercadeo con la misma ¿cómo puedo exigir que otros no pasen por encima de ella?»
Es natural que estos pensamientos pasen por la cabeza de nuestro cliente, y nuestra labor aquí es hacerle ver que debe hacer lo mejor para él y para su familia. La situación de acoso laboral acaba influyendo de forma negativa no sólo en la vida de la persona que lo padece, sino en la de todos los que tiene a su lado. El acosado sufre, pero otros también sufren con él.
El acoso laboral perturba la vida familiar
La situación de acoso laboral perturba la vida familiar que genera tensiones que son el reflejo de la angustia que viven sus miembros. Están ante una situación extrema para la que no se está preparado y de la que es necesario salir lo antes posible. El abogado debe hacer ver a su cliente que llegar a una solución en conciliación judicial es tan digno como celebrar el juicio para obtener una Sentencia, defendiendo hasta las últimas consecuencias nuestra integridad moral y dignidad.
Hagamos más digna si cabe, la noble profesión del abogado, siendo ante todo personas
Querer acabar con la pesadilla que se está viviendo, querer retomar la tranquilidad interior, familiar, laboral, querer continuar con la vida, no debe ser reprochable a ningún ser humano. La dignidad de nuestro cliente no sufre por acogerse a esta solución.
Hemos de hacer que se pregunte por su aguante y el de su familia, por la factura, y no sólo económica, que puede pasarle someterse a un procedimiento largo con sentencias, recursos… por su posibilidad de superar las situaciones adversas que se le puedan plantear de no aceptar acuerdo alguno y seguir adelante con el procedimiento, incluida una sentencia desestimatoria de sus lícitas pretenciones.
Hemos de ponerle en todas estas situaciones para que madure la decisión y la tome concienciado y convencido de que es lo mejor para sus intereses y los de su familia. Y sobre todo, una vez tomada, hemos de apoyarla y defenderla, aunque no coincida con nuestro punto de vista.
Seamos no sólo el profesional que defienda los intereses de nuestro cliente en un procedimiento administrativo o judicial, como una parte fundamental de la labor del letrado pero que quedaría incompleta si no trabajamos el lado humano de la relación cliente-abogado, la empatía, el ponernos en su misma piel para entenderle y defenderle mejor. Hagamos más digna si cabe, la noble profesión del abogado, siendo ante todo personas. Por todo ello: «Mira con los ojos de otro, escucha con los oídos de otro y siente con el corazón de otro».
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