Los casos de violencia de género descritos en esta novela están basados en hechos reales narrados por las protagonistas que los sufrieron. La trama, los nombres de los personajes y lugares son invenciones del autor. Terminé el primer borrador de ‘Ruido de lluvia’ en el año 2008; así que los testimonios que aparecen en ella datan de aquella época.
Reconozco que, excepto en un caso, ignoro el paradero y la trayectoria vital de las mujeres que me relataron su drama en presente y en primera persona. Pero les aseguro que tanto ahora como entonces, todas y cada una de ellas permanecen en mi memoria con la huella de lo imborrable.
Tuve que detener a mi interlocutora y salirme de la habitación porque no aguantaba más, me faltaba aire, me sobraba angustia
Me faltaba aire, me sobraba angustia
Estimado lector, me resulta imposible hacerle comprender con palabras lo que tanto me costó escuchar, simplemente escuchar.
Recuerdo que a veces, durante las conversaciones con las protagonistas, tuve que detener a mi interlocutora y salirme de la habitación porque, literalmente, no aguantaba más, me faltaba aire, me sobraba angustia.
Si soy sincero, al escribir estas últimas frases me da un poco de vergüenza contar lo que yo sentía, cuando lo importante es lo que sentía quien me hablaba. Aun con todo, a veces y medio en broma, alguna de ellas me dijo que yo era demasiado «blanducho».
Ni qué decir tiene que, en la mayoría de los casos, convencerlas para que se sinceraran conmigo (un extraño) fue una odisea, y para ello conté con la ayuda del personal de varias organizaciones humanitarias y asociaciones sin ánimo de lucro.
En la mayoría de los casos, convencerlas para que se sinceraran conmigo (un extraño) fue una odisea
Una promesa hecha por entonces me impide desvelar los nombres del personal de las organizaciones que me ayudaron, ni de quienes sufrieron estos hechos; ya que así me lo pidieron tanto unos como otros.
Pero esta promesa me causa un profundo poso de insatisfacción porque, en realidad, el problema es que me siento en deuda y no acierto a encontrar la manera de devolver tanta generosidad.
Un drama… lleno de interés
Cuando terminé de escribir la novela en el año 2009, la presenté a varios premios literarios y la envié a numerosas editoriales, pero nadie se interesó (me dijeron que era un tema “poco comercial” y “carente de interés”), así que la guardé en un cajón y esperé.
Diez años después (febrero 2018) y tras haber autopublicado con algún éxito otras dos novelas, se me ocurrió desempolvarla, corregirla de acuerdo a mi actual forma de escribir y ponerla al día (añadiendo alusiones a internet y las redes sociales).
El propósito de esta novela es denunciar y protestar, desnudar el ridículo miedo a la verdad de los que viven entre apariencias
Para seleccionar los casos que aparecen en la novela entre los que me relataron primó la variedad y, en honor a la verdad, también debo decir que la historia que sostiene la trama principal (Elvira Dalma) solo es parcialmente verídica
Considero que decir mentira para sacar verdad está justificado cuando lo que se intenta es mantener el interés. Aunque por encima de todo, el propósito último de esta novela es denunciar y protestar, desnudar el ridículo miedo a la verdad de los que todavía viven entre apariencias.
En todo caso, mi deseo más sincero es que estas líneas compensen en parte mi deuda de gratitud y, sobre todo, que las protagonistas cuyas historias relato disfruten de una vida mejor que cuando yo las encontré.
Novela basada en hechos reales
Tras enterrar a su hijo y sin motivo aparente, un catedrático de derecho le da una paliza a su mujer y luego pierde el sentido de la realidad. Entre tanto, una joven psicóloga de la Consejería de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid decide desentrañar las razones de este y otros casos de violencia de género.
Con una trama rebosante de intriga, amor y angustia, ‘Ruido de Lluvia’ es la novela de la protesta y la denuncia, la novela de una sociedad donde la apariencia y el silencio siguen siendo ley. Un libro que más de uno necesita leer para reconocer lo que no quiere ver, pero puede sentir… alrededor.
Párrafos con enjundia de ‘Ruido de Lluvia’
(Por cortesía de Francisco Tessainer, autor de ‘Ruido de Lluvia’, jupsin.com ofrece algunos párrafos significativos de esta novela basada en hechos reales de violencia de género)
Nuestras acciones –explicó el psiquiatra–, pretenden lograr que el maltratador juzgue lo que hace de otro modo y que llegue al convencimiento de que debe cambiar. Si no se consigue que nazca en él ese deseo de cambio, nuestros esfuerzos resultarán inútiles; porque para él, la violencia es una solución adecuada al conflicto que está viviendo. Es un enfermo peligroso que descarga sus frustraciones contra los que tiene cerca, y al que debemos atajar de manera contundente. Para colmo de males, la víctima, en muchos casos, suele valorar inadecuadamente el maltrato y acaba aceptándolo como una muestra de cariño y preocupación hacia ella.
Después de todo, tampoco es para tanto, solo me he enamorado de la persona que mi corazón ha elegido y no de la que mi engominado círculo social hubiera deseado. Me asquea el perpetuo escaparate de apariencias en que se ha convertido la vida íntima, sobre todo por culpa de las inevitables redes sociales.
Cada mujer maltratada recibe una paliza de treinta minutos cada semana durante diez años
Con el paso de las horas, dejé de desear que mi tristeza desapareciera y, lentamente, al no oponerme a ella, mi amargura perdió parte de su poder. El domingo por la tarde sopló el viento, viento de mar o de montaña, viento que todo lo cura porque arranca, y que provoca placer en vez de ira. Soñé que las olas respiran y con una montaña que estornudó. Después, silencio.
Por dentro, mi alma raspaba, como si quisiera desprenderse de su envoltorio y, al desencajarse, los granos de tiempo rechinaran. Mis ojos de agua inundaron su alrededor. Dolor, dolor, «¿por qué siento tanto dolor?». Escondida entre las sábanas y aferrada a la almohada, necesité morir e imaginé cómo: el metro.
El conferenciante se calló y el eco de sus palabras rebotó entre los asistentes: En promedio, cada mujer maltratada recibe una paliza de treinta minutos cada semana durante diez años. ¡Dios mío! ¿Cómo podía eso ocurrir en un país civilizado?, me pregunté mientras un escalofrío recorría mi cuerpo.
Luego, cuando la vida quiso, Darío me abrazó. Me gusta pensar que durante el tiempo de ese abrazo me hice adulta, que crecí por aceptar, por someterme al sencillo “ya basta” frente al absurdo “ya veremos”. Una oportunidad de ser más con menos.
La mujer empieza a buscar ayuda, cuando el maltratador extiende la agresión a los hijos o a sus cosas más queridas
Siempre me he preguntado lo que pasaría si nos atreviéramos a vivir sin esa coraza que interponemos entre nosotros y los demás. Supongo que, en general, aprendemos a sentir en soledad porque desconfiamos, porque compartir sentimientos nos convierte en vulnerables. En definitiva, somos tan complicados que sufrimos para no sufrir.
La víctima desarrolla sentimientos de desvalimiento (yo no valgo, no sirvo para nada) y se encierra en su casa tapando la mentira y la humillación porque, equivocadamente, se culpa a sí misma y se siente provocadora de la violencia que sufre. En general, la mujer empieza a plantearse la necesidad de acabar y buscar ayuda, cuando el maltratador extiende la agresión a los hijos o a sus cosas más queridas.
Qué sorpresa descubrir que me había hecho mayor. Lo cierto es que en mi interior continuaba siendo la niña de siempre ¿Era esa la perplejidad que se experimenta cuando te conviertes en adulto? Supongo que sí, aunque tanto entonces como ahora, sigo convencida de que el tiempo lo único que da o quita son oportunidades para cambiar.
«La víctima de los malos tratos tolera las palizas y encubre a su agresor, porque necesita creer en él para continuar con lo que considera que es su vida normal».
Me niego a construir mi vida sobre la mentira y el silencio. Cuando alguien miente, lo hace porque quiere hacerlo o porque tiene que hacerlo; la razón de la mentira no es sino la explicación de lo que intenta esconder.
De hecho, me parece que la única manera de ser, en su estado más puro, es estando a solas con uno mismo. Es en esa intimidad absoluta, cuando el «trocito» de divinidad que todos llevamos dentro no tiene más remedio que manifestarse. Cuesta entenderlo, pero creo que, a veces, la soledad es lo mejor que te puede pasar.
En realidad, empezaba a darme cuenta de que el principal enemigo de una mujer maltratada es ella misma. De hecho, la mayoría de los casos en los que había participado se explicaban con una frase que escuché en las conferencias: «la víctima de los malos tratos tolera las palizas y encubre a su agresor, porque necesita creer en él para continuar con lo que considera que es su vida normal».