Soy feminista…, tu también deberías – Ana Botín – Presidenta Banco Santander – @AnaBotin
Esposa, madre, amante de la naturaleza, los deportes, la música y la lectura. Defensora del crecimiento inclusivo, educación para todos. Mi equipo y yo trabajamos duro todos los días para permitir que las personas conviertan las ideas en realidad, los planes en acción y para crear carreras y negocios que prosperen.
Por qué me considero feminista y tu también deberías
Cuando antes de verano Pepa Bueno me preguntó en su programa de la Cadena Ser si era feminista, de forma instintiva respondí que sí. Y la verdad no lo dudé. Curiosamente, mi respuesta ha causado sorpresa, apoyo, algunas críticas y ¡mucho y bienvenido debate!
De hecho, como le dije a Pepa en aquella entrevista, si me hubiera hecho la misma pregunta hace 10 años, probablemente habría contestado que no. Pero al contrario de lo que se ha especulado, en este tiempo no he pasado por ningún proceso de conversión.
Llevo muchos años como ejecutiva. Años en los que he visto suficiente como para saber que, en general, las mujeres no reciben un trato justo
Llevo muchos años como ejecutiva. Años en los que he visto suficiente como para saber que, en general, las mujeres no reciben un trato justo.
Con frecuencia he escuchado al feminismo equipararse con el establecimiento de cuotas, algo que instintivamente a mí no me parecía la respuesta adecuada.
Porque puede ser injusto tanto para los hombres como para las mujeres. En parte sigo pensando lo mismo. No se trata de culpabilizar a los hombres. Ni tampoco se trata de dar ventaja a un género sobre el otro.
Es evidente que mujeres y hombres no somos exactamente iguales, ni física ni psicológicamente —aunque nos parecemos más de lo que algunos creen—. Lo más significativo es que las mujeres estamos expuestas a experiencias y expectativas muy diferentes a lo largo de nuestra vida.
Aún así, considero que tenemos las capacidades intrínsecas para avanzar por méritos propios. En mi caso, opté por hablar claro y trabajar más que mis jefes, algo que aprendí durante mis años en un Banco Americano, la mayoría del tiempo en Nueva York.
Feminismo autosuficiente
Esa defensa de una misma, sin embargo, no tiene por qué ser solo una defensa personal. En el fondo, tal y como apuntaba la poeta Maya Angelou, “cada vez que una mujer se defiende a sí misma, sin saberlo, sin pretenderlo, defiende a todas las mujeres”.
Sheryl Sandberg ha liderado recientemente este feminismo en su libro “Lean In” (“Vayamos adelante”, en su traducción al español). A menudo, dice Sandberg, cuando las mujeres no defendemos nuestras capacidades, dejamos de competir por llegar a posiciones de influencia y no logramos ascender.
El feminismo de Sandberg defiende que las mujeres podemos ascender profesionalmente si trabajamos más, si hablamos claro y a la vez presionamos para conseguir condiciones de trabajo más flexibles, que nos permitan compaginar nuestra profesión y nuestra vida personal.
Es un feminismo autosuficiente, en el que te puedes valer por ti misma. No requiere una organización colectiva y, mucho menos, necesita la etiqueta pública de “feminista”. Por esa misma razón no es estrictamente político y, quizá por eso, es algo que a muchas profesionales como yo nos resulta atractivo de forma natural.
Sin embargo, al reflexionar ahora sobre ello, mi conclusión es que mis ideas sobre la igualdad de género, también las de hace diez años, no son una variante de ese feminismo autosuficiente de Sandberg. Ya sabía entonces que, aunque las mujeres sí necesitamos aprender a defendernos mejor, y ser más asertivas, estos esfuerzos individuales no serían suficientes para lograr el cambio que necesitamos.
Ya entonces pensaba que, además de esa fortaleza individual, también necesitábamos cambios estructurales en la organización del trabajo, si aspiramos a un entorno laboral más justo.
Un entorno laboral más igualitario
He constatado esa necesidad de asertividad personal y de cambio estructural en todas las empresas en las que he trabajado. Hace más de diez años, en abril de 2008, cuando era presidenta de Banesto, pronuncié un discurso en la Escuela de Negocios de Deusto, en Bilbao, en una sala con gran mayoría de hombres. Ese discurso describe mi filosofía sobre un entorno laboral más igualitario.
Hablaba de la importancia de que las mujeres actuáramos con más confianza en nosotras mismas; y de que teníamos también que cambiar la cultura laboral —y en consecuencia la sociedad— si queríamos ver avances en materia de igualdad. Y lo que es más importante, desde entonces estas ideas se han reflejado en las políticas de igualdad que impulsamos primero en Banesto, después en Santander en el Reino Unido y más recientemente en el conjunto del Banco Santander.
Tener una proporción más alta de mujeres en puestos directivos, además de ser justo, es bueno para el negocio
En aquel discurso ponía énfasis en los beneficios de la diversidad en la empresa. Con datos de distintos estudios explicaba que tener una proporción más alta de mujeres en puestos directivos, además de ser justo, es bueno para el negocio.
Además de talento, las mujeres aportan al negocio competencias complementarias a las de los hombres: mejor comunicación interpersonal, cooperación, pensamiento horizontal y capacidad de escuchar de verdad. También mayor empatía y capacidad de priorizar.
Ya en 2008 existían estudios que mostraban que, en los grupos de trabajo con una sana mezcla de mujeres y hombres, había mejor comunicación, estaban más abiertos a nuevas ideas y la confianza entre los miembros del grupo era mayor. Y el resultado era más eficiencia, mejor rendimiento. Todos ganamos.
Mujeres más cualificadas pero más inseguras
Una parte del aumento de representación femenina, especialmente en posiciones de liderazgo, llegará por mujeres que sean autosuficientes (“Lean in”) y se valgan por ellas mismas. Pero, si de verdad valoramos la capacidad de escuchar y de colaborar en nuestros equipos, la opción no es siempre animarles a “usar los codos”.
La respuesta es más bien asegurar que tanto las personas que son mejores en hablar claro como aquellas que saben escuchar de verdad, ya sean hombres o mujeres, puedan contribuir.
Con los años estoy más convencida de que no son suficientes los cambios de actitud de las mujeres, se necesitan medidas proactivas
Con los años estoy más convencida de que no son suficientes los cambios de actitud de las mujeres, se necesitan medidas proactivas.
Por ejemplo, un estudio de McKinsey de hace unos años demuestra que, cuando se abre una nueva posición en la empresa, muchos hombres que se postulan cumplen solo con el 50-60% de los requisitos del puesto. Las mujeres, sin embargo, se presentan cualificadas en un 100 o 120% en la mayoría de los casos.
Es decir, incluso cuando están muy cualificadas las mujeres se muestran más inseguras y son menos insistentes que los hombres. Cuando se busca talento, por tanto, es importante contar con un sistema capaz de identificar a estas mujeres, ofreciendo formación para mejorar su asertividad y valorando estas diferencias entre hombres y mujeres.
Todavía hoy, un punto clave en el tema de igualdad de oportunidades es el trabajo doméstico, a menudo el segundo turno para la mujer.
De nuevo, en mi discurso de Deusto utilicé como ejemplo los datos de la Encuesta Nacional de Salud de España de 2006, que mostraban que las mujeres dedicaban un número de horas a la semana muy superior al de los hombres, tanto en el trabajo doméstico como en el cuidado de los niños (13 y 25 horas más, respectivamente).
Ésta sigue siendo una de las principales diferencias entre los dos géneros en Europa en la actualidad.
Equilibrio entre la vida laboral y personal
Para que cada vez más hombres puedan compartir esa responsabilidad doméstica, necesitamos políticas públicas que permitan mayor flexibilidad en el entorno laboral, dije entonces.
Es muy difícil para las mujeres negociar estos acuerdos de forma individual. El impulso para lograr la igualdad es también un impulso para conseguir un mayor equilibrio entre la vida laboral y personal para todos, hombres y mujeres.
Para ello, decía, debemos medir los resultados de los equipos basándonos en datos y no en las horas que pasan en la oficina. El teletrabajo ha de ser una opción. Y los directivos tienen que ser capaces de priorizar, organizar, delegar y descartar malos hábitos —como largas comidas o reuniones de última hora convocadas al final del día—.
Todo esto forma parte de una cultura que no favorece a las mujeres. Y estos cambios son más fáciles de abordar de forma estructural que de forma individual.
Estoy orgullosa de los avances y actuaciones en marcha de los últimos años en el Grupo Santander
Hoy sigo creyendo en los cambios que implementamos.
Estoy orgullosa de los avances que conseguimos hace 10 años en Banesto para mejorar las cosas. Y estoy orgullosa de los avances y actuaciones en marcha de los últimos años en el Grupo Santander.
Estos avances, lejos de ser una amenaza para los hombres, son una oportunidad de sumar talento laboral y desarrollo social. Todos ganamos.
#Metoo
Así que, si mi feminismo de hace tiempo iba más allá de la autosuficiencia de Sandberg, ¿qué ha cambiado para que entonces no me considerara públicamente feminista y ahora sí?
La tecnología digital tiene mucho que ver. Las redes sociales, en concreto, han modificado completamente el debate sobre la mujer. El movimiento viral #Metoo en respuesta a las acusaciones sobre Harvey Weinstein es el último y espectacular ejemplo del poder de las redes sociales para enfocar el debate y promover el cambio.
La socióloga Zeynep Tufekci, especialista en el impacto social de la tecnología, nos ayuda a entender el papel de las redes sociales como catalizador del cambio. En un artículo en el Financial Times, habla del poder del activismo público.
Hasta ahora, quienes cometían abusos sexuales se protegían por el aislamiento que generaban en sus víctimas y la cultura del sentimiento de vergüenza de la sexualidad y del cuerpo femenino
Los hashtags, dice, se parecen bastante a las manifestaciones. Sirven para hacerle saber a la gente que no está sola. Es decir, tú y yo no solo sabemos lo mismo.
Ahora sabemos que otros también lo saben. Y esto es algo que cambia el cálculo de riesgo cuando haces una manifestación pública.
Hasta ahora, quienes cometían abusos sexuales se protegían por el aislamiento que generaban en sus víctimas y la cultura del sentimiento de vergüenza de la sexualidad y del cuerpo femenino.
No en vano, para prevalecer, los gobiernos autoritarios utilizan la represión, pero también el aislamiento.
Esto, según Tufekci, “conduce a una espiral de silencio, ya que muchos dan por hecho que sus sentimientos de oposición y rebelión son una excepción y que sus silenciosos vecinos son defensores del régimen”.
Pero en 2017, dice Tufekci, estas dos formas de control, la represión y el aislamiento, se han vuelto más difíciles de mantener. “Se han abierto las compuertas de la conexión, online y offline, haciendo más difícil el control de la gente a través del aislamiento y el miedo”.
El aislamiento de la mujer ha permitido el acoso
Los impactantes relatos de abusos sexuales que se han compartido en las redes sociales me han hecho ver que el aislamiento de la mujer es una de las razones que ha permitido el acoso. Y que hay mucho más por hacer de lo que creía. ¿Es éste el mundo que queremos?
Me di cuenta de la cantidad de mujeres afectadas que habían guardado silencio por algo que, equivocadamente, consideramos excepcional: la amenaza de la violencia. Pero, al abrirse esas “compuertas de conexión”, creando un espacio para exponer el abuso y demostrando el enorme poder que tiene decir las cosas públicamente, quise ser parte de esa conexión.
Los impactantes relatos de abusos sexuales que se han compartido en las redes sociales me han hecho ver que el aislamiento de la mujer es una de las razones que ha permitido el acoso
Curiosamente, Sheryl Sandberg también ha defendido acabar con esa espiral de silencio.
Después de las revelaciones sobre Weinstein comentó: “No se trata solo de él. Ni de los otros hombres que también lo hacen… Se trata de todas las personas a su alrededor que lo saben y que no hacen nada”.
Así que sí, son admirables las mujeres autosuficientes, son significativos los cambios que algunos hemos puesto en marcha en nuestro entorno, pero es necesario hacer aún más para cambiar los cimientos de la sociedad; y hacerlo de forma colectiva.
Hoy soy consciente de que decir las cosas públicamente, de forma solidaria con otras mujeres, tiene el poder de cambiar. Soy consciente de estar en una posición privilegiada para hacerlo. Así que, cuando hablo, no lo hago solo por mí misma. Lo hago, junto con la gran mayoría de los hombres que nos apoyan, por todas las mujeres.
Por eso mi feminismo es ahora público. Y quizá el tuyo también debería serlo.
I am feminist…, you should, too – Ana Botín – Presidenta Banco Santander – @AnaBotin
Wife, mother, lover of nature, sports, music, reading, and champion of inclusive growth, education for all. My team and I work hard every day to enable people to turn ideas into reality, plans into action, and to create careers and businesses which prosper.
On why I now call myself a feminist… and you should, too
When Spanish radio host Pepa Bueno asked me earlier this summer if I was a feminist, I instinctively said yes. Frankly, I said so without hesitation. Curiously, declaring myself a feminist created a wave of surprise, encouragement, some criticism, and plenty of welcomed debate.
In fact, had Pepa asked me the same question 10 years ago, I would have said no. Contrary to speculation, there was, for me, no “Road to Damascus moment». The road to Damascus, after all, was more than 140 hot and dusty miles on foot —plenty of time for introspection.
After years of serving as an executive I’ve seen enough to know, on balance, women are not treated fairly
After years of serving as an executive I’ve seen enough to know, on balance, women are not treated fairly. But I frequently heard feminism equated with the idea of setting quotas. My gut reaction was against setting quotas. I thought they can be unfair to both men and women, in some ways I still do. I don’t want to blame men. I also did not wish to advantage one gender over the other.
It is obvious that women and men are not quite the same physiologically or psychologically —although we are more similar than some think. More significant is that women are exposed to very different experiences and expectations throughout their lives. Still, I always believed women have the intrinsic abilities to get ahead on merit. Working for eight years for a US bank in New York taught me something: If I spoke up and work harder than my bosses, my efforts won’t go unnoticed.
Feminism that you can do for yourself
And standing up for yourself, I thought, need not only be an individualistic act. After all Poet Maya Angelou once observed, “Each time a woman stands up for herself, without knowing it possibly, without claiming it, she stands up for all women”.
Sheryl Sandberg has most recently championed this brand of feminism in her book “Lean In”. Often, by not backing our abilities says Sandberg, women “lean out” of the competition for positions of influence and fail to climb the career ladder. This is a feminism that says, yes we can get ahead, if we work harder, speak up in meetings, push – to be able to also run our homes— for flexible working conditions for ourselves.
It is a feminism that you can do for yourself. It does not require collective organisation, let alone identifying publicly as “feminist”. Because of this it is not directly political. Perhaps that is why many career women like myself are instinctively attracted to it.
However, reflecting on it now my ideas towards gender equality —even ten years ago— was not simply a brand of «lean in» feminism. Even back then, I was of the opinion that yes women must be bolder to get recognised. However, at the same time, I knew that the efforts of women individually wouldn’t be enough to make the change we need. Besides personal fortitude women also needed structural changes in the way work is organised if we want to have a fairer workplace.
A fairer work environment
I have seen the need for both personal assertiveness and structural change in the companies I have worked in. Back in April 2008, more than ten years ago, when I was the president of Banesto, I gave a speech at Bilbao’s Deusto Business School in a hall packed with men. That speech put flesh on the bones of my philosophy about a fairer work environment.
The speech sketched a world where we needed both for women to act with more self-confidence, but simultaneously that we had to change our work culture —and by extension society— if we wanted fairness. Importantly, these beliefs were also reflected in my policies as leader of Banesto, Santander UK and now at Santander Group.
Higher ratios of women in the workplace is not only fair. It is also good for business
In the speech, I stressed the importance of diversity in the workplace. Quoting several studies, I said having significantly higher ratios of women in the workplace is not only fair. It is also good for business.
Women I said, besides talent, bring a different set of competencies to business that complements those of men. A keener aptitude for interpersonal communication, cooperation, horizontal thinking and listening are some. Higher average levels of empathy and a sharper sense of prioritising tasks others.
Back in 2008, research already showed that in groups with a healthy mix of men and women there is better communication, an openness to new ideas and higher mutual trust between the members of the group. From this comes greater efficiency and higher performance. We all win.
More qualified but more insecure women
Some of this higher representation of women –especially in leadership positions– will have to be achieved by women “leaning in”. But if we value the listening and cooperating ability of some employees the answer is not always to teach them to find their inner megaphones and have sharper elbows.
The answer is also to make sure those that both those (whether male or female) that are better at speaking up and those that are good at truly listening are able to contribute, so these skills are maximised within our organisations.
It is even clearer to me today that besides attitudinal changes among women even more proactive measures are needed
It is even clearer to me today that besides attitudinal changes among women even more proactive measures are needed.
An example: A Mckinsey study has for example shown that when applying for jobs, many men who apply are only 50 to 60% qualified for the job. In women, however, the percentage is very high, are at 100-120% for almost all applicants. In other words, women are less pushy and assured even when qualified.
When looking for talent, one needs to have both systems that identify these women and assertiveness training that cater to how women’s sensibilities are different from men’s.
A key sticking point in inequality today is still the vexed issue of housework –often a woman’s second shift. Again, in my Deusto speech of 2008, I pointed to The Spanish National Health Survey of 2006. It found that in Spain, women devoted many more hours per week more to housework (13 hours more) and caring for the children (25 hours more) than men did. This is still to this day one of the biggest disparities between the genders in Europe.
Work-life balance in the workplace for both genders
We need more institutionally sanctioned flexible working arrangements so more men can take responsibility at home with their families I said. It is difficult for women to negotiate these arrangements individually. The drive for equality is also a drive for a healthier work-life balance in the workplace for both genders.
Results I said trump intentions: To achieve work-life balance, we must measure employees’ achievements based on what we deliver, and not on how many hours they have spent in the office. Managers have to have the ability to prioritise, organise, delegate and abandon bad habits like long work lunches and last minute meetings organised for late in the day. Employees should be able to work from home. All of these work habits are part of a culture that does not favour women. They are better addressed systemically than individually.
I am proud of the progress and programs underway at Santander Group
Today I stand by my belief in the policy changes we affected. I am proud of the progress we made ten years ago at Banesto to make things better.
I am proud of the progress and programs underway at Santander Group.This program is not a threat to men, rather it is an opportunity to leverage talent and skills to achieve business success and social progress.
#metoo
But yet, given that back then my feminism was already more expansive than «leaning in», the question remains: What changed that before I did not publicly call myself a feminist, but now I do?
One big reason is technological change. Technology and social media specifically has shifted the debate about women dramatically. The viral #MeToo movement in response to the Harvey Weinstein allegations is the latest most spectacular example of this power of social media to reframe our debate and shift our norms.
How did social media help do this? The writing of sociologist Zeynep Tufekci, who specialises in technology and its impact on society, comes in handy to explain how this works. In an article in the Financial Times she describes the power of activism in public.
Historically, sexual assaulters protect themselves by inducing shame in the victim… A culture of sexual assault is often accompanied by a culture of shame around sexuality and the female body
Hashtags, just like protest marches, have a similar characteristic she says. They let people know they are not alone. Now, we do not only know the same thing. We know that we know the same thing. This changes the calculation of risk when speaking out.
«Historically, sexual assaulters protect themselves by inducing shame in the victim… A culture of sexual assault is often accompanied by a culture of shame around sexuality and the female body. Authoritarian governance historically prevails not just through repression but also by isolating people”.
This she says leads «to a spiral of silence, as many people assume their similarly quiet neighbours may well be supporting the regime, and that their feelings of dissent and rebellion are rare.»
But in 2017 says Tufekci, isolation is becoming more difficult to sustain. «Floodgates of connection have opened up, online and offline, making it harder to control people through isolation and fear».
Women’s isolation had sustained abuse
Because of social media, and the shocking reports of harassment I came to see how previously women’s isolation had sustained abuse. There is far more to do than I had realised. Is this the world we want? I came to see how many women had been affected and silenced through something we wrongly assumed to be rare —the threat of violence. The «floodgates of connection» had opened up and created a space for the abuse to be exposed. There is power in being public. And I wanted to be part of that connection.
Because of social media, and the shocking reports of harassment I came to see how previously women’s isolation had sustained abuse
Interestingly Sheryl Sandberg has also become an advocate to end the spiral of silence. Reacting to the Weinstein revelations, she remarked that «It’s not just about him. It’s not just about the other men that do it… It’s about all the people around them that know and don’t do anything.»
Yes, the many women ‘leaning in’ are admirable and the new policies in our banks are significant advances, but more needed to be done at the root of society, collectively.
I now realise that saying things in public in solidarity with other women has power. I am in a position to make a bigger difference than most. So I am not speaking out only for myself. I am speaking out, along with the majority of men that support us, for women in general.
That’s why my feminism is now public, and yours should be too.
(Nota de redacción: Artículo íntegro hecho público en Español e Inglés por Ana Botín, presidenta de Banco Santander en su perfil de Linkedin. Los subtítulos y destacados han sido añadidos por jupsin.com)