Algunos padres explican que su hijo parecía diferente desde su nacimiento y otros, que iba desarrollándose normalmente y luego empezó a perder capacidades.
Es importante conocer que recientes investigaciones nos muestran que cuando los padres sospechan que su hijo podría padecer un Trastorno del Espectro Autista (TEA) generalmente están en lo correcto, por lo que es mucho mejor practicar de forma inmediata una adecuada detección por parte del clínico.
No existen medios efectivos para prevenir el autismo, ni tratamientos suficientemente eficaces, pero con una intervención temprana y un entorno educativo apropiado se consigue clara mejoría
Evaluar el autismo sin perdida de tiempo
Entre las pruebas de mayor reconocimiento internacional podemos destacar el Cuestionario MCHAT-R de Detección del Autismo en niños pequeños.
Es siempre difícil para el profesional plantear a los padres la posibilidad de que su hijo padezca autismo. Ante ello y en ocasiones se aconseja no evaluar, en espera a que el niño o niña madure o cambie. Sinceramente, ante este diagnóstico, es mejor evaluar sin pérdidas de tiempo.
¿Por qué? Hoy, no existen medios efectivos para prevenir el autismo, ni tratamientos suficientemente eficaces, ahora bien, las investigaciones indican de que con una intervención temprana y un entorno educativo apropiado, se consiguen cambios con clara mejoría.
La gran oportunidad para estos niños y niñas es iniciar de forma precoz su ayuda y fundamentalmente en sus primeros seis años de vida.
La primera infancia es la etapa evolutiva que comprende desde el nacimiento hasta la etapa preescolar. Es uno de los momentos de desarrollo con mayor capacidad de cambio ya que el cerebro todavía se está formando.
En estos años un ser indefenso y sin capacidad para sobrevivir se convierte en un niño que piensa y se emociona, que habla y corre, que se relaciona y empieza a utilizar sus experiencias. Cualquier problema tiene ahora una solución más fácil, es el mejor momento para poder prevenir, detectar, diagnosticar y tratar cualquier trastorno neurobiológico como el autismo.
Autismo y señal de alarma
Entendemos por señal de alarma aquel signo, síntoma o conjunto de manifestaciones que, si aparecen a determinada edad, deben hacer pensar inmediatamente en una posibilidad de trastorno psicopatológico.
El autismo daña la capacidad de una persona para comunicarse e interaccionar socialmente y de forma recíproca con los demás
Para matizar la importancia de dicha señal de alarma, hay que tener en cuenta: los cambios en el carácter habitual del niño, la intensidad y duración de los síntomas y su presencia en los distintos entornos.
Cuáles son aquellas variables a los tres años de edad que independientemente del nivel de lenguaje que tenga el niño o niña y de sus capacidades cognitivas nos pueden indicar la presencia de dificultades significativas en su capacidad de comunicación e interacción social, es decir de la posible presencia de un Trastorno del Espectro Autista:
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Muestra un contacto visual pobre, cuesta que mire o mantener la mirada
- No sonríe a otras personas
- Raramente comunica emociones con su expresión facial, es poco expresivo
- No se interesa por otros niños o adultos
- No tiene interés en compartir con otras personas cosas que le gustan
- No da objetos a sus padres ni tampoco señala
- Su lenguaje es muchas veces ecolálico (repetición del habla)
- Sus frases son a menudo vocalizaciones sin significado y estereotipadas
- En omisión de lenguaje, no hay un uso espontáneo de gestos, o su uso es inapropiado
- No muestra juego simbólico
- Su juego puede ser repetitivo y utiliza los objetos de manera no funcional
- Presenta comportamientos estereotipados.
Autismo, comunicación e interacción social
El autismo es un trastorno del neurodesarrollo. Puede afectar a 1 de cada 68 niños y es cuatro veces más frecuente en niños que en niñas. Es más común que los casos de cáncer, diabetes y SIDA pediátricos combinados.