“No basta con usar lenguaje positivo, hay que habitarlo”
Siempre me han fascinado las palabras y el poder que tienen para generar cambios en nuestras vidas, a veces, sin darnos cuenta. Una palabra a tiempo cambia el curso de una relación, nos motiva, nos perturba, nos hace sentir y nos transforma. Evidentemente, porque esa palabra va sujeta a una emoción con efectos en nuestras sistema nervioso.
Con las palabras y las emociones que estas engendran, generamos nuevas conexiones neuronales y nuevas neuronas. Cuando somos niños, hay palabras que se nos quedan grabadas en el inconsciente y que forman parte de la banda sonora de nuestra vida. Se convierten en creencias, en dogmas, en premisas a partir de las cuales estructuramos nuestros pensamientos y a partir de eso vivimos nuestra vida. Las palabras puede limitarnos o abrirnos a un mundo inexplorado.
Somos las palabras que usamos, las palabras con las que nos definimos a nosotros y a nuestra vida. Somos las palabras con las que definimos a las personas que nos rodean.
¿Te atreves a liderar tu vida cambiando tu lenguaje?
Hace unos meses, llegó a mis manos un libro sobre el poder de las palabras. Es uno de esos libros que cambian vidas, que si eres capaz de leerlo con los ojos de la conciencia, estará en tu lista de imprescindibles para siempre. Habla de la capacidad transformadora de las palabras, de cómo pueden cambiar nuestro día a día si aprendemos a transformar nuestro lenguaje habitual en un lenguaje positivo. ¿Cambiarías las palabras que usas si supieras que científicamente está demostrado que si lo haces puedes vivir más o ser más feliz?
El libro explica cómo nos cambian las palabras que elegimos y te ayuda a elegirlas para llevar las riendas de tu vida… Y no sólo más feliz, más consciente, más capaz de vivir sin límites, más dueño de tu vida. ¿Te atreves a liderar tu vida cambiando tu lenguaje?
El libro se titula La ciencia del lenguaje positivo, lo firman tres personas a las que pude conocer en su presentación en Barcelona y me fascinaron por su autenticidad. Eso se nota en las páginas del libro, transpiran belleza y al mismo tiempo están repletas de prácticos ejercicios para cambiar tu vida con palabras. Luís Castellanos, Diana Yoldi y José Luís Hidalgo hablan de sus descubrimientos sobre los cambios que experimentamos al cambiar nuestras palabras con una pasión contagiosa, una pasión que sale del libro y se te impregna nada más empezar.
Fascinada por compartir esta experiencia y mi nuevo encuentro con las palabras, le pedí a Diana Yoldi que me contara algunos detalles del libro. Seguro que os anima a comprarlo y llevarlo en vuestro equipaje toda la vida.
¿Diana, usamos un lenguaje muy negativo?
En el día a día, no usamos normalmente un lenguaje muy negativo ¡nadie lo aguantaría y nos quedaríamos solos enseguida. Como seres sociales buscamos vivir con los demás, en familia, en un colectivo. El lenguaje negativo rompe los vínculos sociales y no es sostenible a largo plazo, rechazamos a las personas tóxicas.
Sin embargo, todos tenemos ciertos momentos, ciertos lugares y contextos en los que a veces de modo muy inconsciente usamos mucho lenguaje negativo; para unas personas es el ámbito profesional, para otras son con sus hijos en ciertos momentos de estrés. El reto está en identificar en qué contextos nos ponemos más negativos de forma automática, ser conscientes y parar.
Desde la niñez ponemos a otros etiquetas y nos las ponemos a nosotros mismos “torpe” “pesada” “gordo” y las seguimos llevando y dejando que nos limiten, que nos recorten posibilidades
El lenguaje negativo que habita en nuestro habla interior es como tú bien dices, el más limitante y dañino. Se construye en la infancia poco a poco, con todas las veces que los demás nos ponen una etiqueta negativa, un adjetivo, “inútil, lento, vago, incapaz, raro” que poco a poco nos vamos creyendo.
En situaciones duras, además, nos lo repetimos internamente “es imposible, tu no eres capaz, si eres un desastre”. Nos penalizamos mucho, no nos perdonamos el fracasar o el no hacer las cosas bien.
Esas creencias negativas nos limitan, matan la motivación y la energía para sentirnos seguros. Hay que desterrarlas una a una, integrando además palabras positivas como contraste. ¿Cómo? Tenemos que separar el SER del HACER: yo puede que hoy no haya HECHO un buen trabajo pero no por eso SOY un desastre. No dejaré que nadie me etiquete así, no me lo diré a mí mismo. Y mañana, voy a hacerlo un poquito mejor.
Un lenguaje positivo en el que las palabras que nos acompañen sean positivas nos alarga la vida ¿cómo? ¿hay evidencia científica?
Cada vez hay más estudios científicos que vinculan el lenguaje positivo con la salud y el bienestar. Y lo curioso es que estos estudios se están desarrollando en contextos como oficinas, hospitales, entrenamiento deportivo y ahora también en el ámbito de la belleza. Nosotros siempre divulgamos el Estudio Monja en el que se encontró que aquellas monjas que en sus autobiografías expresaron un mayor número de emociones positivas tuvieron una vida hasta 10 años más larga. Es decir, que expresar palabras positivas y escuchar lenguaje positivo en nuestro ambiente diario favorece nuestra salud y por tanto, vivimos más y desde luego, mejor. A nuestro cerebro le sientan bien las palabras positivas.
Las palabras pueden transformar nuestra realidad. Vosotros proponéis un plan de entrenamiento, un trabajo a conciencia para cambiar nuestro día a día con palabras
Ser consciente de como es nuestro lenguaje es un primer paso pero no es suficiente para cambiarlo ¿utilizo muchas frases en negativo, muchos ‘peros’? Para cambiar nuestro lenguaje debemos entrenarnos, como un buen deportista en rutinas diarias que lo mejoran, ir ganando un “fondo positivo” que luego de forma más habitual haga más fácil nuestra comunicación.
Hay palabras que son tan nuestras, las decimos con tanto convencimiento, nos las creemos tanto que llegamos a ‘habitarlas’, son parte de nosotros
En el libro habláis de ‘habitar’ las palabras
Hay palabras que son tan nuestras, las decimos con tanto convencimiento, nos las creemos tanto que llegamos a ‘habitarlas’, son parte de nosotros. Nuestra propuesta es que no solo hay que usar lenguaje positivo sino que tenemos que llegar a habitarlo, a sentirlo con profundidad. Si utilizas la palabra alegría, contento, esperanzado… se nos tiene que poner cara de alegría y esperanza. Son estas palabras positivas habitadas las que nos dan poder, nos cambian y mejoran, nos dan salud. Usar lenguaje positivo sin sentirlo es la más absurda de las mentiras y los demás no te creerán.
Una de las capacidades que adquirimos cambiando las palabras que usamos es la empatía, ponerse en el lugar del otro. Esto se consigue con actitud y a veces cambiando nuestros verbos por verbos más asertivos.
¡Así es! La empatía desde el lenguaje se trabaja muy rápidamente desde los verbos por ejemplo bajando el nivel de ‘yo creo’ y utilizando más el ‘en mi opinión, pienso que, me parece que…’. Con estas frases logramos apertura, que la otra persona nos de también su visión. A veces, solo incorporando el plural con el ‘nosotros’ la relación ente las personas se facilita. Especialmente en momentos de conflicto el ‘nosotros’ es empático y nos ayuda a ponernos ‘junto’ al otro.
El libro no es sólo una bella reflexión, sino que plantea ejercicios prácticos para ese cambio de lenguaje. Algunos suponen un trabajo intenso, El Hospital de Palabra, El Baúl de Palabras…
‘Intenso’ es un adjetivo interesante porque lo que es intenso para ti quizás no lo sea para otra persona. A algunos nos gusta repetir los ejercicios todos los días, otros prefieren los ejercicios de escritura o más imaginativos, otros prefieren hablar y realizar los ejercicios con otras personas, etc. Para entrenar y cambiar necesitamos estar un poco incómodos, como el deportista que tiene agujetas. Cada persona elige hasta donde quiere atreverse.
Por eso, hemos clasificado mejor los ejercicios en ‘Niveles de Atrevimiento’ (bajo, medio, alto) que se corresponden con niveles de cierta incomodidad: cuanta más incomodidad, más atrevimiento necesitas para realizarlos.
El nivel de atrevimiento bajo tiene que ver con ejercicios que tocan nuestra parte reflexiva, son ejercicios de toma de conciencia, que sólo necesitamos vivir internamente. Casi todos los ejercicios de lenguaje positivo empiezan por este nivel, en el que se consigue mucho con muy poco.
El nivel de atrevimiento medio tiene que ver con hacer visibles a los demás que estamos entrenando nuestro lenguaje. Este nivel requiere el deseo mínimo de expresar, en algún momento, por escrito y oralmente, quiénes somos y cómo nos sentimos.
El nivel más osado, el nivel de atrevimiento alto, implica interactuar con otras personas. Aquí necesitamos involucrar a los demás en nuestro entrenamiento: preguntarles, confundirles, retarles, medirlos. Y se necesita valentía para ello.
Un punto interesante es esa mirada al pasado, tenemos tendencia a releerlo y regodearnos en el dolor que nos supuso, vosotros proponéis revisarlo, reconstruir los recuerdos para que no nos hagan daño sino que nos abran nuevas posibilidades
Nuestro cerebro al recordar, involucra a las palabras, nos volvemos a narrar lo que ha sucedido, lo reelemos en nuestro pensamiento y cada vez que lo recordamos, consolidamos más y más ese recuerdo. Recordamos con palabras. El lenguaje tiene el poder de cambiar de color emocional nuestros recuerdos. Si cada vez que recordamos algo doloroso lo nombramos al principio con menos palabras negativas, luego cada vez más neutras, casi describiendo con distancia y finalmente, buscando palabras positivas conseguiremos menos dolor y cada vez, más apertura.
Las heridas pueden curarse revisando nuestros recuerdos y transformándolos poco a poco, dándoles desde el lenguaje menos intensidad
Las palabras no solo escriben tu realidad presente y futura sino que curan heridas
El perdón es un gran ejemplo, perdonar es un verbo que hace lo que expresa en ese mismo instante, se perdona a través de la palabra. Las heridas pueden curarse revisando nuestros recuerdos y transformándolos poco a poco, dándoles desde el lenguaje menos intensidad.
Hablamos de palabras pero estamos hablando de las emociones que llevan impregnadas, eso que tenemos que gestionar
Las palabras nos influyen, nos afectan porque van cargadas de emociones, a lo largo de nuestra vida las vamos impregnando de experiencias, de recuerdos, de expectativas. La emoción nos activa o nos desactiva, por ello hay palabras que nos gustan más que otras, es algo casi personal. Hay palabras que a mi me pueden dar mucha energía y sin embargo a ti no te dicen nada. Estamos trabajando ahora con el lenguaje de niños de primaria y por ejemplo, al preguntarles su palabra favorita nos encontramos… colores, saludos sencillos como ¡Hola!, nombres propios de su familia y de sus mascotas, equipos de fútbol, cumpleaños, regalos, etc. Construimos la vida y nuestro lenguaje eligiendo de manera inconsciente las palabras que más nos gustan.
Todos tenemos palabras que nos abren la mente, que nos ayudan a cambiar el futuro ¿Cuáles son las vuestras?
Les he preguntado a mis compañeros y nos quedamos con: Horizonte, todo va bien, hogar, ya está, zambullirse, legado.
Guillermo Moreno Jara
2 de diciembre de 2016 at 18:03
sigo muy de cerca las publicaciones de esta página, instructivas y aleccionadoras, me encantan, sigan asi construyendo un mundo más feliz y positivo, saludos.
jupsin'
2 de diciembre de 2016 at 18:22
Muchas gracias, Guillermo. Estamos muy contentos de que te gusten los contenidos. Un saludo
Pingback: Mis artículos en JUPSIN – Mercè Roura Mas