‘Esta es la historia de una madre asustada…’ – Por Mercè Roura – Especial para jupsin.com
Es muy tarde… los ojos se le cierran…
Dormía y de repente se despertó. Su hija lloraba en sueños y ella le tomó la mano y le dijo «mamá está aquí, yo te protejo, no pasa nada». La niña se calmó de forma inmediata, pero a ella una punzada helada le atravesó el pecho…
Sintió un vacío inmenso que no sabía ni podía llenar porque por más que se esforzaba no conseguía nada
Las palabras que acaba de decir se le agitaban por dentro «yo te protejo, no pasa nada», se repetía… Una soledad inmensa y terrorífica la envolvía completamente.
El silencio aullaba y se dio cuenta de que no tenía nada a lo que aferrarse más que a una niña que la necesitaba.
Sintió un vacío inmenso que no sabía ni podía llenar porque por más que se esforzaba no conseguía nada. Llevaba tiempo intentando confiar en la vida, llamando puertas y haciendo cosas sin parar para poder salir adelante pero los días pasaban y los milagros no llegaban.
Le quedaba poco ya para poder salir adelante y en aquel momento tremendo de la noche se sintió tan vulnerable que no podía soportarlo.
Tristeza, pena gigante…
Por primera vez en su vida, el zarandeo que le llegaba a media noche era tristeza y no rabia como siempre, una pena gigante que no podía calmar a pesar de las lágrimas que salían de sus ojos de forma compulsiva.
Tenía tanto miedo que no podía ni sentirlo, tenía la sensación de que si se dejaba llevar por él, no podría sobrellevar tanto dolor
Tuvo que dejar la habitación con su hija porque su llanto era tan escandaloso e irrefrenable que temía despertarla. Se sentó en el comedor, muy sola, muy oscura, muy triste.
Tenía tanto miedo que no podía ni sentirlo, tenía la sensación de que si se dejaba llevar por él, no podría sobrellevar tanto dolor. Se sentía desengañada por la vida y por ella misma…
Siempre con esa sensación de no haber hecho suficiente, siempre pendiente de todo para que salga bien, siempre con esfuerzo desmesurado y constante, con tanto sacrificio… Y a pesar de todo sin llegar nunca a la calma y a la paz, a sentir que todo marcha aunque tenga que trabajar para ello, a mirar al futuro sin recelo ni angustia…
Siempre contando céntimos para que llegue y no llega, sacando de aquí y de allá, siempre haciendo malabarismos y contorsiones imposibles, suspendida en el aire sin casi estar agarrada a nada, caminando por la cuerda floja, sonriendo a pesar de la angustia como si fuera una payaso y la llevara dibujada, como si trabajara en un circo permanente…
… y lágrimas compulsivas
No pudo más, dio rienda a suelta a su soledad rotunda y su asco acumulado. Lloró lo no llorado durante días y años, lo aguantado para poder seguir adelante y no ceder al desánimo, lloró lo nuevo y lo antiguo…
Lloró lo no llorado durante días y años, lo aguantado para poder seguir adelante y no ceder al desánimo, lloró lo nuevo y lo antiguo…
Lloró por ella y por su hija que no sabía nada y dormía sin miedo. Lloró por sentir esta carga inmensa sin paliativos y ya no saber cómo llevarla. Lloró por no haber sabido hacerlo mejor y haber llegado a este lugar donde la única esperanza es no caer más hondo y no romperse en más pedazos.
Lloró sin tregua porque temía que si no lloraba se le hundiría el pecho y nunca jamás podría volver a sentir nada hermoso. Lloró por todas las veces que sabía que no se trataba bien ni se amaba suficiente y no notaba que nadie la amara… Lloró por necesitar a alguien que la amara para poder darse cuenta de que merecía amor.
Creencias que no funcionan
Miró a su hija y dio gracias por ella. Tan preciosa y perfecta. Una náusea descomunal le rompió el estómago.Tuvo mucho miedo de enfermar y no poder seguir adelante, de que todo el dolor que sentía y el sufrimiento se hicieran carne y mella en ella, de convertir esa angustia en algo físico y no poder sobrevivir y dejar sola a su pequeña…
Miró a su hija y dio gracias por ella. Tan preciosa y perfecta. Una náusea descomunal le rompió el estómago
Y por encima de todo esa culpa, esa sensación de que hay algo que no hace, de que algo se le escapa, de que algo no ve, de que no es suficientemente lista, rápida o sagaz para salir adelante como hacen otros en su situación.
Esa noche lloraba desconsolada como cuando era una niña y se sentía sobrar en casa, como cuando esperaba un golpe de la vida por su osadía al ser un rato feliz…
Le enseñaron a sufrir y no ha hecho otra cosa, a veces incluso con la esperanza de que ese sufrimiento la hiciera merecedora de algo mejor, pero no es cierto. Esas creencias no funcionan.
Sobrevivir y amar
Se ha ido conformando con poco, cada día ha ido subiendo el listón de lo que se exige a sí misma y ha bajado el de lo que le pide a la vida. Ahora sólo quiere sobrevivir y amar.
Le gustaría quedarse acurrucada un rato, sin tener que hablar porque no tiene fuerzas, sin que nadie la vea ni la moleste, sin que nadie pregunte por qué y llorar sin límite. Ahogar la pena descomunal que la corroe por dentro con lágrimas y acallar a su alma agotada de guerrear y luchar sin conseguir nada de nada. Ser una estatua que no siente y ni siquiera nota que las palomas la profanan.
Ahora ella era la madre y tenía que superar el miedo y secarse las lágrimas pero esta noche no, no podía, necesitaba el llanto para aflojar el dolor y soltar el lastre
Era la madre y tenía que superar el miedo
Tuvo la sensación de hacerse más pequeña sentada en el sofá, tan a oscuras, tan sola, tan cansada, tan rota, con un miedo tan atroz sujetándola por la espalda y una pena tan inmensa bailando en su pecho.
Tuvo la sensación de no ser nadie, de volver a sobrar y molestar como cuando era niña y jugaba sola simulando que no oía nada, pero se enteraba de todo y lo comprendía.
Ahora ella era la madre y tenía que superar el miedo y secarse las lágrimas pero esta noche no, no podía, necesitaba el llanto para aflojar el dolor y soltar el lastre.
Justo en ese momento, se dio cuenta de que llevaba un siglo postergando esa sensación. Que llevaba años evitando sentir ese pánico a la nada, esa vulnerabilidad insoportable, esa horripilante sensación de estar donde no debe estar y de que algo de le escapa y no lo ve.
Una tristeza enorme, lenta, espesa, amarga
Tuvo claro que toda la vida había huido de notar esa mano helada en el pecho y ese asco brutal por no saber cómo seguir y no encontrar salida. Que tras la rabia feroz que siempre ha mostrado ante la vida había una tristeza enorme, lenta, espesa, amarga, un grito de pena esperando a ser liberado y escuchado…
Se notó los pies, las manos, los labios, la cabeza embutida por un dolor acuciante, los brazos desgajados de los hombros por alguna fuerza extraña que parecía querer desmembrarla…
Pide paz, pide amor, pide compasión no sabe a quién pero piensa que seguro alguien la escucha
Se notó los ojos como ardían de llanto y la nariz congestionada que no la dejaba respirar, la boca llena de sal y mocos, la garganta ajada… La noche entrando en su piel y erizando de frío cada una de sus fibras.
Se acuesta ya, han pasado tres horas de llanto sordo y aullidos sofocados. Es muy tarde, los ojos se le cierran.
Pide paz, pide amor, pide compasión no sabe a quién pero piensa que seguro alguien la escucha. Suplica que alguien la escuche y le tienda una mano porque no puede más. No se duerme, pero se calma un poco y se tolera en duermevela. Se acomoda, se suelta, cede y se deja llevar por el calor de las sábanas.
Esta es la historia de una madre asustada
No sabe qué pasará, pero se da cuenta de que tenía que sacar toda esa tristeza acumulada. Que tenemos que escucharnos y soltar la carga, llorar lo necesario para aligerar el pecho y sentir lo que hasta hoy nos hemos resistido a sentir.
La historia de una madre que casi no sueña harta de desengaños, de soledad, de cargar con todo y perderse media vida arrastrando la otra media
Que podemos fallar y caer y seguir siendo fuertes, que no hace falta poder con todo y que en la vida hay mil cosas que no puedes controlar ni predecir.
Esta es la historia de una madre asustada, atrapada en una noche en vela. La historia de una madre que casi no sueña harta de desengaños, de soledad, de cargar con todo y perderse media vida arrastrando la otra media.
Una historia como la de muchas otras madres que se sienten solas y cansadas y a pesar de todo cada mañana se levantan y siguen adelante. Una historia de valor, valentía y fuerza que jamás se cuenta porque las protagonistas se callan, no alardean ni buscan medallas. Va por todas ellas.
Ana
10 de noviembre de 2019 at 11:50
Yo me miro a los ojos y sólo veo una tristeza inmensa….mis ojos están apagados…sin vida
30 años de acoso laboral que han conseguido al fin cumplir sus objetivos: perder el amor que sentía por mi profesión y trabajo
Emily delgado
12 de noviembre de 2019 at 11:28
Buenos días que bellas palabras me llenaron las sentí porque es tal cual lo que he sentido me llenaron me encanta es de muy buen aliento me gustaría seguir tu página y tus consejos feliz día..
Irma Valbuena
22 de noviembre de 2019 at 15:57
A veces me sucede lo mismo sentir miedo por algo que ni vez ni ha llegado y más cuando se tiene hijos las preocupaciones, el querer estar con ellos Hasta que puedan valerse X si solos, el no saber que va a pasar, a veces un miedo que congela y te petrifica… Ese mismo miedo he sentido algunas veces. Gracias por compartir tan hermosas frases y mensaje