Siempre me he tenido por una mujer más racional que emocional. Hasta la semana pasada.Comencé este proyecto hace ya casi dos años por una mera cuestión económica. Las cuatro perras que tenía me las había gastado un año atrás en reinventarme; otra vez.
Así que recortar mi presupuesto en ropa se había vuelto una obligación de las que pesan, sí, pero yo no quería renunciar a mi estilo. Entonces me reté a mí misma a ser capaz de tenerflow, como yo llamo a ese no-se-qué estiloso, con menos dinero pero con más ganas y creatividad. Descubrí que tener menos cosas en mi armario hacía que mi estilo fuera más auténtico, más mío. Aprendí a conocerme más y a fallar menos.
Y te lo empecé a contar. Y me empezaste a leer. Probablemente porque tú tampoco podías gastarte un riñón en un bolso de firma ni en unos zapatos de lujo, ni permitirte estrenar a diario, ni tenías un armario de película.
Pero tú sigues dispuesta a no renunciar a verte bien cada vez que te miras en el espejo, porque sabes lo poderoso que es ese reflejo para sentirte invencible: Saberte fuerte, seguir soñando, reírte más…
Dentro de tu armario
Y fuimos compartiendo cómo aprender a hacer más con menos, a comprar poco pero bien, a sacarle más partido a lo que hay dentro de tu armario y yo me emperré un poco en que te encariñaras de tu ropa, en que le encontraras una historia a cada uno de tus looks.
Y esos secretos y tesoros de armario tan tuyos como míos fueron dándole forma a mi sueño: poder vivir de lo que escribo; escribir de lo que quiero.
Entiéndeme; que una es de familia humilde y gustos paganos. No creas que pido imposibles. Para mí la felicidad reside en esos pequeños placeres del día a día: el deleite de un libro bien escrito, despertar a mis hijos por las mañanas, la conquista de una buena conversación, volver a esa playa, estar sin más, pero sin prisa…
Trabajar por cuenta ajena mientras te vuelcas por cuenta propia en construir el trabajo que te permita vivir como quieres no es fácil. Y en este último año y medio le he robado demasiadas horas a mi familia y amigos y le he quitado mucho tiempo a mi sueño para cumplir mis sueños.
Ya me lo dijeron todos los emprendedores que me he ido encontrando en el camino. En esto de emprender es o todo o nada. Algo que hasta ahora había oído y nunca había escuchado.
Así que la semana pasada decidí escuchar a mi corazón, casi por primera vez, y cerrar mi etapa en Menudos Corazones. Puede parecer una locura y en parte lo es. ¿Quién coño deja un trabajo cuándo ahí fuera hay un 20% de paro?
Y tienen razón. Tengo dos bocas que alimentar y un handicap doble para esta sociedad: soy mujer trabajadora y soy madre. Lo más fácil sería rezar un virgencita, virgencita, que me quede como estoy, dejarlo estar y seguir con lo que se supone que debo hacer. Pero no puedo. Y tampoco quiero.
Con la vida, pasa como con el estilo. No hay mejores ni peores, pero sí hay de lo que te encaja y de lo que no. Y yo escojo el camino difícil, convencida de que ir contracorriente, va a hacerme inmensamente más feliz.
Puede que tú también pienses que soy una insensata. Sin embargo, en mi cabeza la orquesta suena afinada y mi corazón late en paz y con fuerza. Y siento que los astros se han alineado y no dejan de enviarme señales para que yo termine de creerme eso de que lo que ocurre, conviene.
Donde el corazón me lleve
No voy a negártelo. Tengo vértigo. Sé que tendré que suplir el miedo con las ganas, la incertidumbre con el esfuerzo y el fracaso con la ilusión. En mi mochila llevo mis motivos y como brújula, a todos aquellos que, aunque sintieron vértigo, no hicieron más que seguir adelante. Siento que ahora voy sin frenos y no paro de repetirme que bien hecho está cuando las decisiones importantes se toman con el corazón. Y siento que he acertado y que para que todo vaya bien, sólo tengo que mantener pulsada la tecla de confío en mí.
Me haré valor, me haré valer, me haré volar, como dice el señor Naranja, que siempre sabe regalarme la frase perfecta a mi estado de ánimo.
Soy incapaz de decirte dónde estaré dentro de tres años. Es el típico tópico de que la vida da muchas vueltas y de que se te puede dar la vuelta en un suspiro. Pero sí soy capaz de afirmar con rotundidad que trabajar en una fundación me ha hecho mejor persona, más empática, más sensible, más soñadora.
Dejo atrás un equipo del que no me salen las palabras sin que se me salten las lágrimas. Un equipazo con el que me he reído en los cafés, con el que he sufrido en el pupitre y con el que he llorado en las reuniones. Unos profesionales que se dejan la piel todos los días para pintar este mundo más bonito. Unas mujeres y un hombre a los que sólo les pido que no se permitan nunca no sentirse orgullosos de lo que hacen.
El último día, les regalé a cada uno de ellos el Manifiesto Toca Tacón para que les sirva de salvavidas en los días más difíciles, que los hay; que, a veces, son demasiados.
El último día, sin que me vieran, dejé escondido en la estantería de mis queridas revistas, un trocito de mi corazón, para que cuando lo encuentren, sepan que, para mí, siempre habrá un antes y un después de mi paso por la fundación. En todos los aspectos. Soy una total privilegiada porque empiezo el viaje con el depósito lleno de amor.
Dicen los cobardes que el cementerio está lleno de valientes. Los cobardes no saben de “menudos”. Los cobardes no conocen a Andrea, por ponerte solamente un ejemplo, que, en mi último día en la fundación, se jugaba la vida en un hospital.
Y a mí sólo me queda pensar que, si volviera a escribir mi manifiesto ahora, incluiría una frase más, dedicada a todos ellos. La de cree en ti misma por encima de todas las cosas.
Seguimos. GRACIAS, de corazón.