«Mi nombre es Andrés y si estás leyendo esto es porque me habré suicidado», empezaba la carta que dejó el joven de 16 años que en 2019 se quitó la vida saltando al vacío desde la ventana de su casa en Madrid.
«Mi nombre es Andrés y si estás leyendo esto es porque me habré suicidado»
Andrés sufría acoso escolar. «Tenía que aguantar seis horas en las que poco a poco empezaba a tener más miedo y así fue mi último mes de vida», continuaba.
Andrés no llegó a formar parte de los casos de acoso escolar que el Ministerio de Educación registró en 2019, porque el instituto en el que estudiaba no tenía activado ningún protocolo y tampoco denunció su situación.
El silencio es uno de los peores enemigos de un tipo de agresión en constante ascenso.
Soy María Lazaro, autora del libro ‘Redes Sociales y Menores. Guía Práctica’ (Anaya Multimedia) y te lo cuento en jupsin.com, información para decidir sobre cualquier forma de acoso y discriminación.
Más acoso escolar presencial
El porcentaje de menores españoles de entre nueve y 17 años que afirma haber sido víctima de acoso escolar ha pasado del 15 por ciento en 2010 al 33 por ciento en 2018, según el estudio «Actividades, mediación, oportunidades y riesgos online de los menores en la era de la convergencia mediática» de EU Kids Online.
Entre los 15 y los 17 años es cuando aumenta la incidencia, y hay también un matiz significativo: son más las chicas que los chicos quienes aseguran padecerlo.
«El acoso escolar ha crecido, pero sobre todo el que se practica de forma física y presencial»
El acoso escolar ha crecido, pero sobre todo el que se practica de forma física y presencial. De hecho, lo que los datos muestran es, precisamente, que el acoso online es menos frecuente que el offline.
El informe de Unesco «Behind the numbers: Ending school violence and bullying» refleja que uno de cada tres niños y niñas en todo el mundo ha sufrido acoso escolar; sin embargo, el porcentaje desciende a uno de cada diez cuando se trata de ciberbullying.
Un problema social más que tecnológico
El acoso es más un problema social que tecnológico, porque la raíz no está en la tecnología (que no es ni buena ni mala per se), sino en los valores y la educación que previamente ha adquirido la persona.
Si desde la infancia ha percibido que se puede despreciar al otro, si ha aprendido que para hacerse respetar hay que maltratar e imponerse a los demás, si ha interiorizado que la arrogancia es el mejor escudo protector y que solo pisando al de abajo se puede llegar más arriba, el móvil y las redes sociales serán solo una herramienta más en este proceso. Una herramienta, eso sí, más virulenta.
«Los medios online facilitan la intimidación e intensifican la experiencia de abuso»
El ciberbullying no tiene horarios, favorece la sensación de impunidad, protege el anonimato y rompe barreras físicas para hacerse omnipresente en el espacio virtual y perseguir a la víctima fuera de la escuela, hasta el propio dormitorio donde debería sentirse seguro y protegido. Sin interrupción, sin que sea visible, sin necesidad de levantar la voz, sin que exista contacto. Los medios online facilitan la intimidación e intensifican la experiencia de abuso.
La agresión se amplifica y propaga sin puertas que lo contengan, 24 horas al día, los siete días de la semana, y ante un público infinito: los acosadores son solo una parte del proceso del que también forman parte los testigos, cuyo número Internet y las redes sociales aumenta de forma exponencial.
El triángulo del ciberbullying
Se cierra así el tercer vértice que, con el acosador y el acosado, configura el triángulo de bullying: algunos son activos (animan y alientan al acosador, graban las agresiones o ejercen de cómplices), pasivos (saben lo que está ocurriendo pero no se entrometen, a veces por indiferencia y otras por miedo a ser los siguientes de la lista) y defensores (intervienen en apoyo de la víctima, recriminando al agresor o pidiendo ayuda en su nombre).
«Aunque el acoso escolar y el ciberbullying no están tipificados como tal en el Código Penal español, las conductas que lo generan sí son delictivas»
También en redes sociales e Internet. Por eso es esencial promover en el ámbito familiar y escolar el respeto y la concienciación de que en Internet y en las redes sociales rigen las mismas pautas y leyes que en entorno offline, que una pantalla no otorga impunidad, que todo acto tiene su consecuencia y que las amenazas, las injurias, la calumnias y la difusión de datos personales son delitos, se persiguen y se castigan. También online.
Aunque el acoso escolar y el ciberbullying no están tipificados como tal en el Código Penal español, las conductas que lo generan sí son delictivas:
- Delito de amenazas, recogido en el artículo 169 del Código Penal
- Las variantes del delito de coacciones se enumeran en el artículo 172
- El trato degradante aparece en el artículo 173
- El 205 tipifica la calumnia
- La injuria se especifica en el artículo 208
Acosador, acosado y testigos
El triángulo del ciberbullying se da porque existe un acosador, un acosado y unos testigos.
«Los testigos han de alzar la voz y comunicárselo a quien pueda actuar sin miedo a represalias»
Para romperlo, el acosado ha de saber que puede y debe pedir ayuda y que no se le va a victimizar, los testigos han de alzar la voz y comunicárselo a quien pueda actuar contra ello sin miedo a represalias y el acosador ha de ser identificado y sancionado.
Y el entorno, tanto la familia como el colegio, ha de estar pendiente para detectar posibles señales de alarma (repentinos cambios de hábito y comportamiento, retraimiento, aislamiento, abandono de rutinas…). Porque el triángulo se rompe rompiendo el silencio.
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