Del Capítulo III de ‘Marionetas con Emociones’ (2)
Mi inquietante mente cavilaba vehemente para ser un gran héroe, dueño y señor de todos mis anhelos. Pasaba las semanas divirtiéndome con mi secretaria obesa, cada día aguantaba menos sus gracias y quería que renunciase a su trabajo, así que delegaría en ella mi responsabilidad para que la culpabilizaran de todas las gestiones mal hechas.
Cuando se marchase, pondría una secretaria más bonita y sensual, así podría recrear la vista y de paso, si se pudiera, algo más que mirar sería aún más entretenido.
Cuando se marchase, pondría una secretaria más bonita y sensual, así podría recrear la vista y de paso, si se pudiera, algo más que mirar sería aún más entretenido
… era el tipo de persona que no me servía
Rosa, que así se llamaba la secretaria, era el tipo de persona que no me servía. Solo invertía en las personas si era para obtener beneficios y ella no me aportaba ninguno. Trabajaba lento, su apariencia era horrible y parecía escupir en lugar de hablar.
Cuando había problemas era incapaz de solucionarlos, en lugar de eso, se escondía. Se trataba de una mujer con un aire triste y apagado que pasaba media jornada llorando y lamentándose por su penosa vida.
Realmente la despreciaba y no podía utilizarla. No me interesaba, por lo tanto, merecía irse a su casa a llorar,- ¿por qué poner un objeto inepto e incompetente en lugar de otro eficiente?-.
Estos mortales eran tan absurdos y mentecatos que no hacían nada bien. Lo único bueno en esos momentos era la sensación de poder que inundaba mi mente, y apartaba por momentos las nubes turbias y oscuras de mi psique gracias a la alcaldía y a Silvia.
… llenar el intenso vacío del hastío prolongado
Aún así, como siempre, me traía algo entre manos, mi alta tendencia al aburrimiento enervaba mi existencia y necesitaba llenar el intenso vacío que me producía el hastío prolongado y la rutina diaria.
Esa tarde me acerqué a la mejor joyería de la zona, los escaparates estaban exquisitamente decorados con diamantes, rubíes, zafiros, esmeraldas y otras piedras preciosas. La entrada era dorada y en el interior se exhibían vitrinas con todo tipo de joyas maravillosas que brillaban y agradaban la vista.
Mi alta tendencia al aburrimiento enervaba mi existencia y necesitaba llenar el intenso vacío que me producía el hastío prolongado y la rutina
Eché un vistazo a los anillos, había decidido pedirle matrimonio a Silvia ese fin de semana. Ya llevábamos un mes y medio saliendo juntos, era el momento adecuado para consolidar nuestra relación.
Contemplé fascinado un aro con un diamante verde que me recordaba a la luz de sus ojos, ambos resplandecían igual al contemplarme. Me encontré inmerso en un arcoíris de maravillosos colores que me embriagaban. Lo imaginaba en su dedo, deslumbrando a todos cuantos se acercasen a ella. Lo compré sin pensármelo una sola vez.
Únicamente, me faltaba escoger el escenario idóneo para la ocasión, y en este caso, escogí el restaurante de nuestro primer encuentro para que pudiese evocar y revivir el sentimiento de amor de nuestra primera cita. De este modo, no habría negativa posible. Pronto saldría al decorado y… ¡acción!
Jackeline Cardenas
3 de julio de 2018 at 14:52
Soy una mujer maltratada desde los 3 años me casé con un maltratador y después del divorcio conocería a mi verdadero maltratador …..