Jupsin

«Mamá, ¿me ayudas?» (relato)

Por Silvia Sotomayor
Amor incondicional, comprensión, coraje y valentía

«Mamá, ¿me ayudas?». Ahora era el momento ideal para entrar en acción. María sabía que no sería fácil, pero ahora sí estaba convencida: lo intentaría cuantas veces hiciera falta para conseguirlo.

Le habían quitado los ruedines de su bicicleta hacía poco tiempo

Le habían quitado los ruedines de su bicicleta hacía poco tiempo y, al principio, pensó que quizás se había precipitado, a pesar de haber insistido en quitarlas a sus padres durante un año entero.

Poco a poco

Contó todas las veces que, intentando mantener el equilibrio, se había caído:

– Treinta y seis, con esta caída son treinta y seis. No lo conseguiré nunca. Será mejor que lo deje. – Dijo para sí.

Le dolía en lo más profundo de su ser aquella sensación de no haber sido capaz de conseguir mantenerse y pedalear

Apartó de sus juegos la bicicleta que tanta ilusión le había hecho cuando se la regalaron sus padres por su cuarto cumpleaños. Se sentía muy triste y apesadumbrada.

Le dolían los golpes que le habían provocado esas caídas, pero, sobre todo, le dolía en lo más profundo de su ser aquella sensación de no haber sido capaz de conseguir mantenerse y pedalear.

Un momento desesperante e insoportable

En ocasiones, cerraba los ojos y se veía a sí misma disfrutando de su bicicleta, pedaleando hábilmente, sintiendo el viento en su rostro.

Soñaba despierta y esos sueños, esa imagen que proyectaba su imaginación la llenaba de arrojo y la empujaba a correr hacia su bici y volver a intentarlo.

Se enfadaba consigo misma y con cualquier persona que estuviera a su lado en aquel momento ayudándola

Sin embargo, cuando lograba subirse, bien se bloqueaba de inmediato y era incapaz de avanzar; o bien a la segunda pedalada, se precipitaba irremediablemente al suelo.

Se enfadaba consigo misma y con cualquier persona que estuviera a su lado en aquel momento ayudándola.

Quería estar allí sola, cerrar los ojos y que pasara ese momento tan desesperante e insoportable.

¿Me haces un hueco?

La última vez que María lo intentó, se levantó del suelo llorando, dio una patada a la bicicleta y se escondió debajo de la mesa del jardín.

No quería hablar con nadie, no quería ver a nadie. Quería estar allí sola, cerrar los ojos y que pasara ese momento tan desesperante e insoportable. Su madre se acercó a consolarla.

– ¿Me haces un hueco? – Preguntó.

María asintió y se movió para dejar espacio a su madre, que le cogió de la mano y la atrajo a su pecho.

María abrazó con fuerza a su madre y en ese lugar tan maravilloso, sus lágrimas cesaron

Comenzó a acariciarle el pelo y al cabo de unos minutos empezó a hablarle con ternura:

– María, cariño, es cuestión de práctica. Si nos rindiéramos enseguida cada vez que tenemos delante un nuevo reto, no aprenderíamos nada del reto en sí mismo, ni del camino maravilloso que nos ofrece vivir esa experiencia, aunque fallemos, aunque nos cueste conseguirlo. Hay que ser valientes y enfrentarse a los desafíos. ¿Y sabes una cosa?, el primer paso para conseguir lo que te propongas es confiar en ti y creer en quien te acompaña, quien te ayuda. Esto es lo primero que has de aprender. Poco a poco.

María abrazó con fuerza a su madre y en ese lugar tan maravilloso, sus lágrimas cesaron.

– Vamos a darnos un baño, nos ponemos el pijama y vemos una peli mientras cenamos. Además, podemos dormir juntas, ¿quieres?

Se quedaron dormidas leyendo un libro que había elegido su madre para ella como «cuento especial de emergencia»: El mago de Oz, de Lyman Franklin Baum.

Cuento especial de emergencia

Durmió con el corazón lleno de enseñanzas sobre amor incondicional, comprensión, coraje y valentía

María dijo que sí y volvieron a abrazarse. Fue una bonita tarde. Se quedaron dormidas leyendo un libro que había elegido su madre para ella como «cuento especial de emergencia»: El mago de Oz, de Lyman Franklin Baum.

Y María durmió tranquila aquella noche, con el corazón lleno de enseñanzas sobre el amor incondicional, la comprensión, el coraje y la valentía.

Mamá, ¿me ayudas

Al día siguiente María se despertó muy animada. Desayunó, hizo los deberes y a media mañana salió al jardín.

– ¿Mamá, me ayudas?

– ¡Claro, mi vida!

Se subió a su bicicleta y comenzó a pedalear.

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