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Esa vida que tienes pendiente

Tenemos que reencontrarnos con nuestra tristeza y vivirla. Rescatarla para ahondar en ella, conocerla y comprenderla con el corazón y todas las vísceras. Para ser, para notar como te perturba en cada fibra, en cada brizna de vida, en cada uno de tus pliegues más recónditos y asustados… Sucumbir a la necesidad de llorar sin parar si hace falta, para poder soltar y desprenderse de todo lo antiguo y dejar paso a lo que está por llegar. Para aflojar el peso de la carga asumida sin sentido y flotar un rato sin pensar, tan solo siendo y sintiendo, sin dejarse llevar por nada más que por uno mismo…

Esa vida que tienes pendiente – Por Mercè Roura

  • La vida se gasta esperando el momento oportuno para ser vivida. Se rompe mientras nos cuidamos de no tocarla por si se estropea…
  • La vida te vive si te dejas vivir por ella, si te permites ser, estar, sentir, llegar a ti…  La vida que tienes pendiente está llamando a tu puerta y hoy toca contestar.


Tenemos que reencontrarnos con nuestra tristeza y vivirla. Rescatarla para ahondar en ella, conocerla y comprenderla con el corazón y todas las vísceras. Para ser, para notar como te perturba en cada fibra, en cada brizna de vida, en cada uno de tus pliegues más recónditos y asustados…

Sucumbir a la necesidad de llorar sin parar si hace falta, para poder soltar y desprenderse de todo lo antiguo y dejar paso a lo que está por llegar. Para aflojar el peso de la carga asumida sin sentido y flotar un rato sin pensar, tan solo siendo y sintiendo, sin dejarse llevar por nada más que por uno mismo…

A la tristeza hay que sentirla y amarla, abrazarla y renacer en ella…

Y llorar más si cabe. Dejar de ahogarse con esas lágrimas contenidas que te surcan y abren el pecho y te hacen jirones el estómago… Que te arañan la garganta… Que te rompen por dentro como si la presa se desbocara de tanto soportar.

A la tristeza hay que sentirla y amarla, abrazarla y renacer en ella… Darse cuenta de que no te tiene ni domina, que no te domestica ni achanta, que no te torea ni invade porque eres capaz de mirarla de frente y aceptarla, sondearla y permitir que te cuente qué te pasa, qué heridas tienes todavía abiertas por descubrir y qué cuentos todavía te crees antes de acostarte.

Hay que vivir lo postergado y lo reprimido

Sentir lo evitado y negado. Soltar lo pesado y doloroso. Ir a la cita con lo que más te asusta y besar las aristas más afiladas de tu peor pesadilla. Todas, sin excepción, porque al encontrarlas al paso, nos abren un camino, nos muestran puertas pendientes por cerrar y heridas a medias por cicatrizar…

Recoger los pedazos que nos quedan de lo que creíamos ser para permitir que lo que realmente somos ocupe su lugar, para que ya nada nos venga grande o nos quede lejos, nos parezca alto…

Que ya nunca nos sentimos indignos, pequeños, desheredados, esclavos, agotados, torpes…

Nos gusta dejar para luego, negar lo evidente, revestirnos de excusas y mirar hacia otro lado porque la vida duele cuando se calla, cuando se esconde

Y que si lo hacemos, sepamos que estamos a tiro de piedra de volver a recogernos y sentir la angustia pendiente, el asco, la rabia, el miedo, la tristeza y todo ese amasijo de emociones que a veces tenemos calladas y que siempre nos salen por los poros y buscan rendijas para sobrepasarnos y contarnos historias…

Que nos zarandean por dentro y nos retuercen el pecho para decirnos que ya basta, para vaciarnos de todo y dejar lugar para lo maravilloso, lo mágico, lo inesperado, lo que parece imposible…

Nos gusta dejar para luego, negar lo evidente, revestirnos de excusas y mirar hacia otro lado porque la vida duele cuando se calla, cuando se esconde, cuando se almacena esperando encontrar el mejor momento para existir, para salir, para afrontar…

Y nunca llega porque nos asusta este momento, este ahora sin red, sin coartada, sin nada a lo agarrarnos para seguirnos mintiendo y contarnos que no hay más remedio que seguir falseando la vida, huyendo, culpando a cualquiera que pasa de lo que no decidimos vivir y afrontar.

La vida se consume mientras la guardamos en una caja

La vida se gasta esperando el momento oportuno para ser vivida. Se rompe mientras nos cuidamos de no tocarla por si se estropea… Se nos resbala de las manos al ponernos guantes para que no nos manche, nos salpique o nos ensucie. Se acaba mientras nos la tomamos a pequeños sorbos por si un día nos queda poca y no nos cunde…

La vida se consume mientras la guardamos en una caja, se desvanece mientras la protegemos de nuestros enemigos inventados y se escapa mientras intentamos agarrarla y meternos con ella en una jaula para que nada nos afecte y nos duela.

La vida, sin embargo, se hace intensa si rompemos el cascarón y saltamos del tren en marcha

La vida, sin embargo, se hace intensa si rompemos el cascarón y saltamos del tren en marcha. Si cambiamos de dirección buscando el sentido real de quienes somos, si decimos no a lo que nos acuchilla el alma, si decimos sí a lo que nos llena de pasión y nos hace volar…

La vida se crece si decidimos sentir lo que nos aterra y nos plantamos ante al altar de nuestros miedos y penas y nos dejamos de buscar excusas para cerrar heridas… La vida se llena de vida si decidimos vivirla, sea un minuto o cien años, sea con todos los dedos de la mano o sin caminar a penas… Con la valentía del que da gracias por cada momento y del que para en seco si hace falta para cambiar de rumbo y mirar hacia dentro.

La vida que llama a tu puerta

La vida te invade si te invades de vida… Si la notas y la sientes, si la lloras, si la ríes, si la sueltas, si la caminas, si la surcas… Si la agradeces.

La vida te vive si te dejas vivir por ella, si te permites ser, estar, sentir, llegar a ti…

La vida te vive si te dejas vivir por ella, si te permites ser, estar, sentir, llegar a ti…

La vida que tienes pendiente está llamando a tu puerta y hoy toca contestar.

Vivimos la vida cuando nos dejamos traspasar y horadar por ella… Cuando nos permitimos aceptarla tal y como sin esperar que cambie, sin necesitar que cambie para sentirnos plenos y felices… Cuando no dependemos de nada de lo que pasa para estar en paz porque nuestra forma de mirar la vida es nuestra paz.


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