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El niño y el monstruo

Había una vez un niño que vivía atado a un monstruo. No se trataba de un monstruo de esos que viven en el armario o debajo de las camas, era un monstruo de los que fuman cigarrillos y se abrillantan los zapatos. Ante el mundo, parecía que el monstruo se ocupaba de él pero, en realidad, era él quién le daba vida al monstruo.Algunas personas le decían que el monstruo no siempre había sido un monstruo, que hubo un tiempo en que era humano. Aunque el niño era tan pequeño entonces, que apenas lo recordaba. Ahora no es así, es monstruo casi siempre y cuando no es monstruo es una bestia dormida que ronca y ocupa todo el espacio del sofá.

El niño y el monstruo – Cuento inédito de Mercè Roura – Especial para jupsin.com – Maltrato Infantil

  • Había una vez un niño que vivía atado a un monstruo.
  • El monstruo es demasiado egoísta y débil como para no tener piedad de él. Y el niño es demasiado fuerte y bondadoso como para odiar a alguien.


Había una vez un niño que vivía atado a un monstruo. No se trataba de un monstruo de esos que viven en el armario o debajo de las camas, era un monstruo de los que fuman cigarrillos y se abrillantan los zapatos.

Había una vez un niño que vivía atado a un monstruo

Ante el mundo, parecía que el monstruo se ocupaba de él pero, en realidad, era él quién le daba vida al monstruo.

Algunas personas le decían que el monstruo no siempre había sido un monstruo, que hubo un tiempo en que era humano.

Aunque el niño era tan pequeño entonces, que apenas lo recordaba. Ahora no es así, es monstruo casi siempre y cuando no es monstruo es una bestia dormida que ronca y ocupa todo el espacio del sofá.

Algunas veces, cuando el monstruo está cansado de gritar y el niño está escondido bajo la mesa, los ojos del monstruo se acercan con cara de suplicar perdón y parecen humanos…

Aunque sólo dura unas horas. Hasta que el monstruo se enfada de nuevo por algo que siempre es culpa del niño. Siempre… Siempre es una palabra tan terrible como nunca…

Si tuviera que  hacer una lista de las más terribles palabras esas serían dos de ellas. Al niño le gusta hacer listas, le calma… Le ayuda a tenerlo todo pensado y controlado por si el mundo se desmadra o se cae y tiene que sujetarlo… Por si la vida se escapa y tiene que ir a buscarla.

A veces el monstruo se arrepiente tanto de sus gritos que se esconde días y días y se va de casa

A veces el monstruo se arrepiente tanto de sus gritos que se esconde días y días y se va de casa. Siempre vuelve y se enfada de nuevo, por lo que el niño piensa que, en realidad no está muy arrepentido.

El niño, a veces, se da cuenta de lo mucho que le necesita el monstruo. Parece raro pero si él no le tapara de noche con la manta, cuando se queda dormido, o le dejara la cena, el monstruo se moriría de hambre y de frío.

Es como si el niño fuera un padre y el monstruo un hijo que está tan triste que para calmar su tristeza grita y rompe cosas, como hacen algunos niños que tienen pataletas.

El monstruo -piensa el niño- es un como un niño que no ha crecido… Y a cambio, él ha tenido que crecer muy deprisa para controlar al monstruo y saber lo que le conviene.

El niño debería tal vez odiar al monstruo, pero no puede

El niño debería tal vez odiar al monstruo, pero no puede.

El monstruo es demasiado egoísta y débil como para no tener piedad de él. Y el niño es demasiado fuerte y bondadoso como para odiar a alguien.

Muchas noches, el niño contempla el cielo desde la ventana de su habituación y pide deseos. No sabe qué desea ser cuando sea mayor pero siempre pide que, pase lo que pase, nunca (aquí sí que dice nunca) llegue a  convertirse en monstruo. Y suplica que si algún día le sucede, algún niño como él esté a su lado para taparle con la manta y se atreva a decirle que es un monstruo.

El niño ha visitado mucho médicos. Médicos de esos que te curan con palabras. Le preguntan cómo está y qué necesita… Y el niño no lo entiende porque realmente quién tiene problemas es el monstruo, pero a él nadie le pregunta nada…



¿Les da miedo a ellos el monstruo? ¿Por qué nadie cura a los monstruos ni se preocupa por ellos? ¿Por qué nadie aleja a los monstruos de los niños? ¿Por qué existen los monstruos en lugar de los padres?

El niño imagina a veces que el monstruo acumula lágrimas y no sabe llorarlas

El niño está convencido de que los monstruos necesitan muchas palabras para curarse… Escucharlas y decirlas, en voz alta, pero sin gritar…

Palabras de esas que se te acumulan dentro y hacen que te duela la garganta, como cuando quieres llorar y reprimes lágrimas…

El niño imagina a veces que el monstruo acumula lágrimas y no sabe llorarlas. Y el pobre se cree que gritando saldrán pero aún se le quedan muchas más encerradas en el pecho.

Por suerte, el niño llora. Aprendió hace mucho, cuando se sentía solo sin nadie…

Por suerte, el niño llora. Aprendió hace mucho, cuando se sentía solo sin nadie… Nadie y nada… Dos palabras más para la lista…

Y cuando llora, es como si todo lo que le araña le saliera de dentro, como si las lágrimas fueran palabras…

Por eso él no grita, porque no le hace falta. Porque a veces está tan triste que se ahoga en su llanto y luego se siente invadido por la sensación de haberse arrancado la pena y el asco que siente…

Ahora que lo piensa, se da cuenta de que cuando crezca, se convertirá en un médico de monstruos,  para curarles de la penas que les hacen gritar y liberar a los niños como él.

O tal vez se haga médico de niños que viven con monstruos… No lo sabe todavía.


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