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Tenemos derecho a estar tristes
Nada volverá a ser lo mismo, dicen. Aunque nadie sabe nada ni podemos imaginar lo que viene, lo que espera al otro lado de esa puerta que cuesta tanto cruzar… No volverá para algunos porque ellos no volverán. Otros quedarán compungidos y rotos y verán cómo sus vidas cambian y se aceptarán, se adaptarán y en un tiempo mirarán atrás y pensarán cuantas vueltas ha dado todo en poco tiempo.
Tenemos derecho a estar tristes – Por Mercé Roura – Especial para jupsin.com – Un relato que te hará pensar y que no te dejará indiferente
Nada volverá a ser lo mismo, dicen. Aunque nadie sabe nada ni podemos imaginar lo que viene, lo que espera al otro lado de esa puerta que cuesta tanto cruzar…
Hay personas que no, que parece que van a dar un giro y al final siempre es de 360 grados
No volverá para algunos porque ellos no volverán.
Otros quedarán compungidos y rotos y verán cómo sus vidas cambian y se aceptarán, se adaptarán y en un tiempo mirarán atrás y pensarán cuantas vueltas ha dado todo en poco tiempo.
Aunque hay personas que no, que parece que van a dar un giro y al final siempre es de 360 grados y vuelven al lugar de siempre. Cambian de peinado, de ropa, de trabajo, pero siempre ocupan el mismo espacio, hacen los mismos gestos y dicen las mismas palabras.
Tenemos derecho a estar tristes
La vida te golpea fuerte y a veces aprendes algo y otras no. A veces, te quedas quieto evaluando los daños, incrédulo, medio roto o roto del todo, sin poder decir nada ni atreverte a sentir nada porque sentir da mucho miedo…
Como esas heridas que sólo duelen en frío y que en el fragor de la batalla apenas se notan pero luego, de noche, punzan y escuecen.
… incrédulo, medio roto o roto del todo, sin poder decir nada ni atreverte a sentir nada porque sentir da mucho miedo…
Cuando recibes un golpe bárbaro, un zarandeo máximo, a veces no puedes moverte porque sabes que si lo haces tu cuerpo se pondrá en marcha y notará el dolor de la herida, porque sangrará más…
Como si fuera al intentar ponerte de pie que descubres que no puedes caminar y no tienes ganas de darte cuenta… Como si no quisieras por ahora tener claro que todo se ha ido al traste.
Te quedas en un limbo donde por más que suenen las sirenas o los teléfonos y otras personas insisten en preguntarte si estás bien no les puedes escuchar, no les puedes responder porque tus labios están muertos y tu cabeza no tiene respuesta…
Porque tu cuerpo pesa mucho porque lleva un carga terrible… Y forzar un amago de respuesta supone un esfuerzo titánico.
A veces, podemos echar mano de esa fuerza interior que llevamos dentro y ver claro el camino y otras no.
Otras veces necesitamos quedarnos suspendidos en ese vacío que llevamos dentro y no salir durante cinco minutos o cinco meses porque sabemos que salir es asumir y revivir y hace demasiado frío y demasiado miedo para eso…
Bailar con nuestra pena
Tenemos derecho a caer y no levantarnos de momento. Podemos llorar y dejar que nuestro dolor se haga enorme hasta decidir aceptarlo… estar enfadados con todo y con todos y gritar hasta quedarnos con la garganta desgarrada, podemos tener tanto miedo que nos dé miedo sentir ese miedo porque sabemos que es gigante y rotundo y una vez le abres la puerta no tiene vuelta atrás..
Podemos bailar con nuestra pena un rato antes de decirle que tenemos ocupados todos los bailes y percibir cuánto nos fastidia esta incertidumbre y esta falta de futuro a la vista de que hay momentos en que el presente se nos vuelve insoportable.
A veces, la vida nos sacude con ganas y aprendemos mucho y cambiamos… Y otras no.
A veces, la vida nos sacude con ganas y aprendemos mucho y cambiamos… Y otras no.
Y no hace falta aprenderlo de repente ni hacer carreras… Merecemos sacar el llanto, la rabia, la pena, la angustia…
Merecemos sentir el miedo que llevamos dentro para poder gestionarlo y saber que está, para que no nos tenga, para que no nos marque…
Nos tenemos que permitir decir en voz alta lo que sentimos. A veces, cantar, otras aplaudir, otras enojarnos y gritar para soltar la angustia acumulada… Reírse de todo, hartarse de todo, volvernos un poco locos y decir lo que pensamos a riesgo de que no guste…
Nada volverá a ser lo mismo
Nada volverá a ser lo mismo dicen y tiene mucha pinta de que llevan razón… Y hay que pensar en ello y prepararse y reconocerse y tal vez reinventarse pero no todo al mismo…
Tenemos derecho a estar tristes y enfadados un largo rato, sin prisa, sin tener que solucionarlo ya…
Y no sin soltar el lastre y sentir esto que nos pasa, no pasando página sin haber explorado muy dentro, no escapando de esto ni fingiendo que ha sido nada…
Y tal vez no hoy ni mañana porque tenemos derecho a no querer movernos un rato, notando el golpe, tirados todavía en el suelo, esperando tomar fuerzas o no… Existiendo sin tener que parecer, aparentar ni satisfacer a nada ni a nadie.
Tenemos derecho a estar tristes y enfadados un largo rato, sin prisa, sin tener que solucionarlo ya…
Al final, lo haremos, porque no queda otra… Porque no hay más remedio… Tengamos compasión de nosotros mismos mientras tanto…