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Hoy quiero hablar de un niño que vive con miedo

Hoy quiero hablar de un niño, de un niño que vive con miedo, de un niño que no quiere ir al colegio, de un niño que se angustia en el momento en el que toca cambiar de compañero de pupitre y tiembla al pensar en quién le puede tocar al lado. El niño erosionado.

El niño erosionado

Hoy quiero hablar de un niño, de un niño que vive con miedo, de un niño que no quiere ir al colegio, de un niño que se angustia en el momento en el que toca cambiar de compañero de pupitre y tiembla al pensar en quién le puede tocar al lado.

Hoy quiero hablar de un niño que no se siente seguro, que no sabe por qué en el patio el juego más popular es correr escapando de él

Hoy quiero hablar de un niño que no se siente seguro, que no sabe por qué en el patio el juego más popular es correr escapando de él.

Hoy quiero hablar de un niño que encuentra notas en su cajonera diciéndole que la siguiente noche morirá ahorcado porque alguien entrará a su dormitorio para encargarse de que así sea.

Hoy quiero hablar de un niño al que algunas veces le cuesta dormir, que en casa no quiere contar lo que le pasa, porque no cree que nadie le vaya a comprender y porque no cree que sus padres le vayan a cambiar de colegio.

Hoy quiero hablar de un niño que no entiende por qué sus profesores no le apoyan cuando les pide que le cambien de compañero, ni por qué se empeñan en decirle que no lo hacen porque hay que aprender a convivir. ¿A convivir con qué?, ¿con el compañero que tiene sentado al lado y que le sugiere que no se dirijan mutuamente la palabra?

Hoy quiero hablar de un niño que encuentra notas en su cajonera diciéndole que la siguiente noche morirá ahorcado porque alguien entrará a su dormitorio para encargarse de que así sea

Hoy quiero hablar de un niño que se siente rechazado

Hoy quiero hablar de un niño que se siente rechazado, y que cuando empieza a contar a los adultos lo que le pasa siempre le responden que no pasa nada, que eso son cosas sin importancia y propias de la edad.

Hoy quiero hablar de un niño con el alma llena de heridas, de un niño al que un día le colgaron una etiqueta y que, desde entonces, no puede dejar de sentirse como un saco de boxeo, una suerte de figura condenada a asumir un rol socialmente impuesto con una función tan antigua como las pirámides: ser aquél sobre el que cualquiera puede descargar su frustración para, de este modo, sentirse fuerte y poderoso.

Hoy quiero hablar de un niño que no sigue el ritmo académico, pero no porque no se esfuerce, sino porque le aterroriza hablar en clase porque sabe las consecuencias que su intervención luego tendrá: en el patio, en whatsapp, en facebook… porque si su intervención es brillante le tildarán de «el listo» y si patina será «el tonto». Él sabe bien que, ya sea en un sentido o en el otro,  será juzgado para nuevamente convertirse en la diana de los comentarios más descarnados.

Hoy quiero hablar de un niño que ansía entender

Hoy quiero hablar de un niño que ansía entender, que quiere saber por qué tiene que ser él  diferente a los demás cuando él no se siente distinto, de un niño, que a toda costa quiere crecer y que no le teme al cambio, porque le gustaría poder volar para así escapar de la realidad, y empezar de nuevo en otro entorno en el que sentirse aceptado.

Hoy quiero hablar de un niño erosionado, un niño con cicatrices emocionales profundas que le acompañarán toda su vida.

Hoy quiero hablar de un niño erosionado, con cicatrices emocionales profundas que le acompañarán toda su vida

Hoy quiero hablar de ese niño, que crecerá y por fin saldrá del ecosistema que le erosionó, pero que no podrá sentirse nunca aceptado.

Hoy quiero hablar de ese niño, que ha crecido en ese entorno, que cree que no vale nada, y que es merecedor del sufrimiento que ha experimentado.

Hoy quiero hablar de ese niño que ya no puede aceptarse a si mismo y que cree que algo dentro de él debe cambiar para poder ser socialmente aceptado.

Ese niño se convertirá en un adulto

Ese niño se convertirá en un adulto convencido de que su propia valía se mide por la opinión ajena. Ese niño erosionado se relacionará desconfiando y vivirá dentro de su propia coraza emocional.

Ese niño será un adulto en búsqueda constante de una aceptación que nunca llegará. Será un adulto que no se sentirá capaz de estar a la altura de lo que de él se espera.

Esto es, entre otras muchas cosas, lo que el bullying provoca en un niño: una erosión lenta que le desgasta y mina su seguridad y que socava su autoestima de por vida

Será un adulto capaz de dejarse a sí mismo siempre para el final. Un adulto desorientado que no puede parar de buscar.

Será un adulto que en la consulta de un psicólogo escuchará que debe desarrollar su asertividad y su capacidad de poner límites a los demás.

Ese niño erosionado y evolucionado en adulto será una persona que arrastra una losa de por vida.

Esto es, entre otras muchas cosas, lo que el bullying provoca en un niño: una erosión lenta que le desgasta y mina su seguridad y que socava su autoestima de por vida.

Es cierto que los árboles más fuertes son los que crecen con el viento en contra pero también lo es que el tronco y las ramas de esos árboles quedan retorcidos para siempre.

Por eso te pediría…

Cada vez que escucho a alguien afirmar con naturalidad lo crueles que son los niños entre ellos se me ponen los pelos de punta, porque, esos niños crecerán y serán mañana jefes y compañeros de trabajo de alguien. ¿Qué valores trasladarán a sus equipos?, ¿sabrán respetar la diversidad?  Y también me estremece pensar que esos niños educados en la idea de que la crueldad es algo inevitable mañana serán la pareja de alguien, y también padres de otros niños. ¿Creemos acaso que la violencia doméstica es algo que aparece por generación espontánea?

Por eso, cuando observes que un niño sufre o hace sufrir a otro, ridiculizándolo ante los demás, no te quedes cruzado de brazos y no cambies la dirección de tu mirada

No podemos escandalizarnos ante la violencia de género, o ante la terrible noticia de que un adolescente víctima de ciberbullying se suicide, o ante el hecho  de que en un instituto norteamericano alguien siembre el pánico con la escopeta que le ha robado a su padre y, sin embargo, a la vez, aceptar que la crueldad de los niños entre ellos mismos es algo cosustancial a los grupos en esa edad, y concebirla como «algo inevitable y que siempre ha existido».

Por eso, cuando observes o sepas que un niño sufre o está haciendo sufrir a otro, ridiculizándolo o discriminándole ante los demás, te pediría que no te quedes cruzado de brazos y que no cambies la dirección de tu mirada. Y te pediría igualmente que no animes a tus hijos a convertirse en testigos mudos de este fenómeno, porque es muy fácil y práctico adoptar la postura cómoda de no meterse en problemas y de no posicionarse ante la injusticia pero «eso» no es educar en valores.

Creo que merece la pena invertir esfuerzo en esta causa porque, al fin y al cabo, nuestros hijos son el cimiento sobre el que sustentar la sociedad futura.

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