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El ‘iceberg’ digital machista
Bajo el título “El iceberg digital machista”, la investigadora Estíbaliz Linares ha defendido en Deusto una tesis doctoral que analiza las realidades machistas digitales que reproducen las personas adolescentes de Euskadi. Dirigida por María Silvestre y Raquel Royo, la investigación identifica brechas digitales de género generadas por los medios de comunicación y los videojuegos, cibercontrol y ciberacoso sexual y/o sexista.
Bajo el título “El iceberg digital machista”, la investigadora Estíbaliz Linares ha defendido en Deusto una tesis doctoral que analiza las realidades machistas digitales que reproducen las personas adolescentes de Euskadi.
Dirigida por María Silvestre y Raquel Royo, la investigación identifica brechas digitales de género generadas por los medios de comunicación y los videojuegos, cibercontrol y ciberacoso sexual y/o sexista.
El objetivo de este análisis, realizado con chicos y chicas de entre 15 y 17 de años, es la prevención e intervención desde el contexto educativo formal.
El estudio constata la existencia de una segunda brecha digital de genero que surge de un imaginario cultural que se transmite por los medios de comunicación que aleja a las chicas de los sectores informáticos.
La importancia de la educación en igualdad
No obstante, sí aparecen chicas, aunque son pocas, cercanas a las tecnologías y que se plantean un futuro vinculado a este sector. En estos casos, estas adolescentes suelen tener un referente informático femenino cercano, una socialización basada en esquemas flexibles y han recibido una educación en igualdad.
El mundo de los videojuegos es otro espacio clave que perpetúa la ya denominada tercera brecha digital de género
El mundo de los videojuegos es otro espacio clave que perpetúa la ya denominada tercera brecha digital de género. Y es que, como constata la investigadora Linares, los juegos más utilizados están diseñados en parámetros sexistas y machistas (muchos con una alta carga de violencia machista).
Esto genera un rechazo en las chicas y una desafección a este mundo, mientras que en los chicos se da una vinculación sumamente positiva. El videojuego se constituye así en un instrumento clave que abre la puerta de entrada al mundo tecnológico, aunque un tanto desigual.
Las chicas, más activas en Instagram
Otros canales que convergen en la estructuración de la tercera brecha digital de género es YouTube y las propias redes sociales. En concreto, YouTube es uno de canales más utilizados por ellas y ellos y, de hecho, los youtuber conviven con ellas y ellos.
YouTube es uno de canales más utilizados por ellas y ellos y, de hecho, los youtuber conviven con ellas y ellos
En este formato se ve claramente esa ambivalencia, en el que se dan espacios subversivos, pero también aquellos que quedan impregnados por la violencia simbólica y el sexismo, estructurando espacios divididos. Otro apunte que se evidencia en el análisis es que las web quedan en desuso.
Respecto a las redes sociales, Estíbaliz Linares precisa que las redes más utilizadas tanto por chicas como por chicos son WhatsApp, Instagram y Snapchat. Aunque las chicas tienden a ser más activas en las redes vinculadas a la exposición de imágenes como Instagram y sus discursos revelan una ansiedad causada por esa sobreexposición; generándolas sufrimiento y un autodesprecio sobre sus cuerpos.
Cibercontrol, dependencia emocional y amor romántico
La investigadora también se ha adentrado en las actitudes de cibercontrol y ha descubierto que las chicas afirman ser más controladoras en cuestiones como la vigilancia de las últimas horas de conexión y redes.
Sobre el ciberacoso sexual y/o sexista, Estíbaliz Linares asegura que existe un alto grado de cosificación del cuerpo femenino en la red
Sin embargo, también se percibe que este control se da de forma pasiva, debido a una dependencia emocional que es construida y normalizada por el halo de los mitos del amor romántico, siendo los más destacables: los celos como medida de amor y el mito de la exclusividad.
Además, de ello se perpetúa un ciberacoso específico contra las chicas que en todas sus formas tiene como objetivo el control de la sexualidad femenina.
En estos parámetros, se observa que la sexualidad femenina queda diseñada en bases opresivas y carcelarias, y aquellas que rompen con estos mandatos se las perciben como “las otras”. Un estigma que impide empatizar con aquellas y que las condena a una constante revictimización.
Machismo y orfandad digital
En el análisis también se consigue averiguar otras formas de ciberviolencias machistas como las que sufren las youtubers o las que se perpetúan por otros canales como Ask.
No obstante, y si bien estas formas de violencia son comunes tal y como se puede analizar en los foros, es una violencia sin nombre lo que repercute en una falta de detección y, por ende, de intervención, legitimando una mayor estigmatización.
La realidad cibernética es más compleja ya que se encuentran tanto espacios trasformadores como machistas. Las tecnologías no aseguran un espacio libre de sexismo
Para la nueva doctora de la Universidad de Deusto, la educación formal e informal digital constituye una herramienta de desestructuración del sistema y un motor de transformación. Sin embargo, considera que existen grandes carencias en ambos aspectos lo que ha desembocado en una situación, según sus palabras, de “orfandad digital”.
Aun así, Estíbaliz Linares puntualiza que la adolescencia es sumamente plural y en sus discursos se encuentran identidades muy diversas, con ansias de explorar realidades alternativas y que escapan de las normas de género.
Existe, por tanto, una gran esperanza de cambio y transformación de roles. Sin embargo, se han de seguir generando espacios coeducativos más sólidos y duraderos que no se limiten a un reducido número de sesiones y estén únicamente dirigidas al empoderamiento y fortalecimientos de nosotras sino también a la renuncia de privilegios de ellos.
La tesis concluye que la realidad cibernética es mucho más compleja ya que se encuentran tanto espacios trasformadores como sumamente machistas. Lo que quiere decir que las tecnologías por si solas no aseguran un espacio libre de sexismo.