Jupsin
Criar o educar en salud física
Adquisición temprana de rutinas saludables (1)
Serie de artículos sobre Parentalidad Positiva.
Por Silvia Chamorro – Psicóloga
Criar o educar en salud física. Iniciamos con este artículo una nueva serie sobre Parentalidad Positiva, en la que nos centramos en la adquisición temprana de rutinas saludables.
Te lo contamos en jupsin.com, el portal profesional exclusivo de IPDGrupo.com que te ofrece información para decidir sobre igualdad y salud.
Nadie nos puede decir cómo criar o educar, cada situación es única. Pero en cualquier caso, la información siempre es útil para decidir.
La idea de estos artículos es esa, ofrecer información a madres, padres, abuelas, abuelos y personas responsables de una o un menor.
Vamos a ofrecer propuestas útiles y aplicables que conviertan la crianza en algo constructivo y agradable.
Crianza y educación en salud
Contamos con la colaboración de la psicóloga especializada en intervención social Silvia Chamorro, que durante los próximos meses nos ofrecerá información profesional y útil para que puedas tomar tus propias decisiones.
Silvia aborda la parentalidad positiva partiendo de la crianza y educación en salud. De esta forma, dispondremos de todas las claves para una salud plena.
Más adelante, la psicóloga se centrará en las emociones. Y finalizará con una serie de artículos sobre estilos comunicativos y su importancia en la comprensión y asimilación del mensaje por las y los menores.
Criar o educar en salud física
Silvia Chamorro – Psicóloga
Para criar o educar en salud lo primero es tener claridad sobre la dimensión de este término. Acudimos al diccionario de la RAE: «Estado en el que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones».
Aunque parca para explicar un concepto tan amplio, esta definición hace referencia a varios aspectos fundamentales de lo que comúnmente entendemos por salud.
En primer lugar, menciona que es algo orgánico. En el caso de las personas, hace referencia al cuerpo humano y nos lleva a pensar en la salud física.
Por otro lado, nos dice que para que se dé la condición de salud, el ser orgánico debe ejercer normalmente todas sus funciones. Sin embargo, no establece cuáles son estas funciones ni como se determina la normalidad.
La salud y sus diferentes áreas
Hacemos una sencilla ‘lluvia de ideas’ sobre las funciones que desempeña el ser humano: alimentarse, hidratarse, dormir, defecar, comunicarse, memorizar, desplazarse, reproducirse, cuidar y cuidarse, etc.
Y observamos que la normalidad en el desempeño de dichas funciones no puede ser entendida únicamente desde parámetros biológicos u orgánicos.
Aparece, por tanto, la necesidad de categorizar la salud en áreas diferenciadas, interconectadas para el funcionamiento normal de la personas: salud física, salud mental, salud social o relacional, salud sexual y salud reproductiva.
Prevención de enfermedad y mejora de la salud física
En este artículo, profundizo en la importancia de la adquisición temprana de rutinas saludables como método efectivo para la prevención de la enfermedad y la mejora de la salud física.
Como parte principal de estas rutinas tenemos la alimentación. Seguro que, en algún momento, has escuchado la expresión coloquial «somos lo que comemos».
En efecto, los alimentos son digeridos por nuestro estómago e intestinos, y descompuestos para la obtención de nutrientes, proteínas, vitaminas, aminoácidos, lípidos, etc., que hacen que nuestro cuerpo funcione.
Por tanto, una correcta elección de alimentos, junto con una ingesta suficiente de agua nos proporciona la energía y los nutrientes que el cuerpo necesita para la actividad diaria.
Higiene Alimentaria
Bien. Ahora que sabemos que el agua y la comida funcionan a modo de ‘combustible’ para el cuerpo humano, es necesario plantearse cuándo y cómo ‘repostar’. Esta es la parte rutinaria y se define como higiene alimentaria. Para una correcta higiene alimentaria debemos:
- Realizar cinco comidas al día y establecer un horario aproximado para cada una: desayuno, aperitivo – comida – merienda – cena.
- Calcular la cantidad y cualidades de los alimentos ingeridos. Es recomendable hacer un desayuno y comida abundantes (en cantidad y nutrientes) y merienda y cena ligeras.
- Evitar los excesos. Cada persona tiene un mecanismo biológico que indica cuándo llega a la saciedad. Es importante conocer y respetar este límite. La sobrealimentación no favorece ni al organismo ni a la salud.
- Por último, y muy importante, evitar comer por aburrimiento o como método de regulación emocional. En muchas ocasiones las personas adultas recurrimos a la comida para que las y los menores nos dejen mantener una conversación, o a modo de premio por portarse bien. Esta forma de alimentación responde a necesidades que no son orgánicas y puede generar una relación negativa con la comida a largo plazo.
El ‘combustible’ de nuestro organismo
Realizar esta rutina diariamente nos ayuda a regular los ritmos biológicos, garantiza la cantidad de nutrientes y agua que necesita el organismo y previene futuros desórdenes alimentarios.
Como mencionaba en la introducción, el cuerpo humano es un organismo biológico complejo, tanto en su funcionamiento como en sus funciones. Y sabemos que una rutina de alimentación saludable nos aporta el ‘combustible’.
Pero, ¿en qué lo gastamos? Esta cuestión hacer referencia a un segundo componente imprescindible para la salud física, la actividad.
Actividad física saludable
Las actividades que realizamos influyen de manera determinante en nuestro cuerpo, tanto para mejorar nuestra salud como para perjudicarla.
Insisto de nuevo en la complejidad que caracteriza al ser humano, dado que cada persona es individual y distinta, por tanto, a los demás. Y espero que se comprenda que todo lo mencionado se trata de una generalización.
Pues bien, dada la infinidad de actividades que se pueden realizar y la obligatoriedad de algunas (dormir, vestirse, ir a la escuela o al trabajo, etc.) abordamos el concepto de actividad física saludable centrándonos en los hábitos y distinguimos entre:
- Hábitos saludables. Cualquier actividad que resulte placentera puede suponer una mejora para la salud (deporte, leer, pintar, jardinería, carpintería, etc.). Convertir nuestras aficiones en hábitos es una forma sencilla de ganar en salud siempre y cuando tomemos las precauciones correspondientes a la hora de realizar la actividad. Si haces ejercicio físico, debe estar adaptado a tu nivel y debes respetar los tiempos de estiramiento y calentamiento. Si vas a realizar una actividad de larga duración establece descansos, mantén siempre una buena postura y adecúa la iluminación y el espacio a la tarea que realices.
- Malos hábitos. Para gozar de una buena salud es importante realizar actividades que la promuevan. Pero es igual de importante no realizar actividades que la perjudiquen. Estas son las que denominamos malos hábitos y forman en muchos casos parte de nuestras rutinas.
Malos hábitos a desterrar
En cuanto a la alimentación, cuya importancia hemos destacado, malos hábitos serían saltarse comidas, comer a deshora, exceso de comida basura y bebidas azucaradas o comer por aburrimiento o ansiedad.
Si hablamos de autocuidado, malos hábitos podrían ser una insuficiente higiene corporal y bucodental, exponerse al sol sin crema solar o las relaciones sexuales sin protección.
Llevar un estilo de vida sedentario, ya que la falta de actividad aumenta las probabilidades de sobrepeso y debilita músculos y huesos. O, por el contrario, la sobrecarga de actividad (exceso de tareas, pensar demasiado, ir siempre con prisa, etc.) produce estrés, ansiedad, falta de sueño y problemas visuales y posturales.
El consumo de sustancias socialmente normalizadas como las bebidas alcohólicas, perjudiciales para la salud, que generan adicción y aumentan la agresividad y los comportamientos violentos. O el tabaco, que tiene graves repercusiones en la salud del fumador activo y del pasivo.
Educar con el ejemplo
Como personas adultas y responsables, tomamos una decisión consciente del tiempo y esfuerzo que invertimos en nuestra salud. Esta decisión, en muchas ocasiones, viene condicionada por nuestras experiencias vitales previas.
En general, las personas que en su infancia y en su juventud han gozado de buena salud y no han tenido experiencias de enfermedad grabe, bien propia o de alguien del entorno cercano, aplican menos estrategias de prevención y tienen menos recursos para afrontar procesos de enfermedad.
Por el contrario, personas que se han desarrollado en contextos donde la enfermedad ha estado muy presente suelen tener una mayor capacidad de reacción, se implican más en los tratamientos e incorporan a sus rutinas actividades saludables y de autocuidado.
Es importante que identifiquemos qué relación tenemos con nuestra salud y cómo actuamos para cuidarla.
Las y los menores aprenden por imitación de sus semejantes, por lo que si queremos inculcarles que se relacionen con su cuerpo de forma saludable hay que hacerlo dando ejemplo.
Y teniendo siempre presente que es en la temprana edad dónde se consolidan los esquemas de las rutinas y los hábitos que reproducirán cuando se independicen y en su edad adulta.