Jupsin
Acoso laboral, un testimonio desgarrador
«El miedo a perder el trabajo puede más que los años de amistad y compañerismo, y todas las pruebas que se puedan conseguir ante una situación de acoso laboral son pocas», me comenta Mi Amigo Benjamín. Acaba de recibir un testimonio de acoso, como siempre desgarrador, y quiere compartirlo con vosotros como concienciación y por si sirve para otras víctimas. «Me ordenaba limpiar los excrementos del perro y me daba la orden por escrito en un recuadro con la anotación ‘labores propias del almacén, a parte de darle a la lengua’.»
«El miedo a perder el trabajo puede más que los años de amistad y compañerismo, y todas las pruebas que se puedan conseguir ante una situación de acoso laboral son pocas», me comenta Mi Amigo Benjamín.
Acaba de recibir un testimonio de acoso, como siempre desgarrador, y quiere compartirlo con vosotros como concienciación y por si sirve para otras víctimas. Tu también puedes enviar tu testimonio a Mi Amigo Benjamín (info@jupsin.com).
«Tontos, subnormales, no dais para más…»
Durante 10 años o más, el encargado de mi empresa nos decía «tontos, subnormales, no dais para más…» Es decir, nos insultaba. Daba voces constantemente. Llegaba bajo los efectos del alcohol. Nos echaba la culpa por cosas que había hecho él e hiciéramos lo que hiciéramos las labores casi siempre estaban mal.
Llegó al extremos de agredir a un trabajador cogiéndole por el pecho y zarandeándolo en presencia de varios trabajadores.
Me ordenaba limpiar los excrementos
del perro y me daba la orden por escrito con la anotación ”labores propias del almacén, a parte de darle a la lengua”
En mi caso particular, ademas de insultos, voces y demás humillaciones me ordenaba limpiar los excrementos del perro porque sabia que aquello no eran de mi agrado, llegando a darme esa orden por escrito dentro de un recuadro y con la anotación ”labores propias del almacén, a parte de darle a la lengua”.
Lo curioso o triste del caso es que todos los trabajadores aceptaban estos hechos como normales, aunque en mi condición de representante de los trabajadores se me quejaban continuamente. Eso sí, si les hablaba de ir a denunciar me decían que las cosas son así y que no se podía hacer nada.
Llegó a tal extremo la conducta de este encargado que algunos trabajadores decidieron ir anotando en una hoja todo lo que hacia mal para, llegado el momento, entregarlo a la dirección de la empresa pues todos sabíamos que cualquier día podría pasar algo grave.
Por todo lo anterior y por alguna circunstancia más y tras hablarlo con dos de los trabajadores y después de comunicar lo que pasaba al gerente y a los dueños de la empresa y no hacerme ni caso, para que quedara constancia de la comunicación de esos hechos decidí enviar un burofax a los propietarios en que les comunicaba esas conductas tan fuera de lo normal. La empresa hizo una investigación a través de unos cuestionarios pero ante mi sorpresa todos los trabajadores negaron u ocultaron conocer esos hechos.
Intento de despido y demanda por injurias
Como consecuencia de esas negaciones la empresa me abrió un expediente contradictorio para despedirme lo cual pude evitar al presentar una denuncia en Inspección de Trabajo.
Pero entonces el encargado me denunció por injurias presentado como testigos a los propios trabajadores, los cuales en su declaración judicial le apoyaron en todo momento negando que hubieran hecho esa hoja donde anotaban lo que hacia ma. Declararon que era normal que el encargado insultara a los trabajadores y que tuviera mano dura.
Se llegó al extremo de que el trabajador agredido declaró tener parte de culpa en la agresión sufrida por parte del encargado. Y finalmente el condenado fui yo por injurias.
Acudí al Tribunal Constitucional y al de Derechos Humanos de Estrasburgo, pero todo fue rechazado. A la edad de 52 años solo me salvó de quedar en la más absoluta miseria el que me concedieran una incapacidad permanente revisable.
Aunque la empresa cerró, sus dueños consiguieron que amigos de toda la vida se enemistaran conmigo para siempre.
A la edad de 52 años solo me salvó de quedar en la más absoluta miseria el que me concedieran una incapacidad permanente revisable
El acoso laboral, una huella imborrable
Han pasado cinco años de las resoluciones judiciales, pero ya desde antes estaba en tratamiento psicológico y puedo asegurar que no pasaron cosas muy graves de pura casualidad.
Me pasaba las noches enteras sin dormir sintiendo vergüenza de mi mismo por el poco valor que había tenido y además con arritmias de las que no encuentran explicación y por las que me llegaron a intervenir.
Hasta aquí el relato de los hechos. Conseguí grabar conversaciones con dos ex-compañeros en la que me confesaban que lo ocultaron y negaron todo por miedo y afirmando que los trabajadores sabían que lo expuesto en el burofax era todo cierto y que llegaron a eliminar pruebas que demostraban algunos de los hechos.
Por lo tanto, he decidido presentar una querella por falso testimonio y obstrucción a la justicia contra los trabajadores, el gerente, un dueño de la empresa y el encargado. En este sentido, todas las precauciones y pruebas son pocas para demostrar el acoso laboral.
Todavía hoy me pregunto si hay alguna posibilidad de que al estar aún en tratamiento psicológico pueda solicitar que sea considerado como accidente laboral mi enfermedad mental.
Con este testimonio real me gustaría dejar bien a las claras lo complicado que es para las víctimas y la gravedad de los abusos laborales que se se siguen produciendo. Quizás sirva a alguien para que tome medidas que yo no tomé por exceso de confianza…