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Aprender y reaprender

Cualquier episodio de racismo, acoso del tipo que sea o violencia resulta repulsivo e inexplicable; más, si hemos estado en el lugar de quien se ve afectado, en el lugar de las víctima. Pocas veces somos conscientes de que aquello que percibimos o vivimos, no es sino la punta del iceberg de un proceso lento que se ha ido gestando a lo largo del tiempo. Este tipo de accionar violento surge, según indica Ervin Staub (2003), como una respuesta a las necesidades básicas no atendidas y a la búsqueda de su consecución a través de medios violentos. Surge en determinadas circunstancias contextuales y es producto a su vez de un aprendizaje social.

Aprender y reaprender – Todo se aprende, aunque se puede reaprender – Por Laura Quiun – Doctora en Psicología – Especial para jupsin.com


Cualquier episodio de racismo, acoso del tipo que sea o violencia resulta repulsivo e inexplicable; más, si hemos estado en el lugar de quien se ve afectado, en el lugar de las víctima.

Cualquier episodio de racismo, acoso del tipo que sea o violencia resulta repulsivo e inexplicable

Pocas veces somos conscientes de que aquello que percibimos o vivimos, no es sino la punta del iceberg de un proceso lento que se ha ido gestando a lo largo del tiempo.

Este tipo de accionar violento surge, según indica Ervin Staub (2003), como una respuesta a las necesidades básicas no atendidas y a la búsqueda de su consecución a través de medios violentos. Surge en determinadas circunstancias contextuales y es producto a su vez de un aprendizaje social.

Aprender y reaprender

Si nos trasladamos a un episodio de acoso laboral, las características contextuales de cambio son el espacio que facilita la aparición de este tipo de situaciones.

Lo mismo que aquellos entornos en los que se desvaloriza el trabajo en función del sexo, como ocurre en el caso del acoso por motivos de género, o la tolerancia a este tipo de conductas por parte del grupo, como es uno de los aspectos que está detrás del acoso sexual.

La figura del líder resulta esencial, tanto para el mal como para el bien

Si miramos más allá de cuestiones concretas cada una de estas situaciones, veremos elementos comunes a nivel estructural, donde la carencia o el miedo a lo que vendrá están detrás.

Detrás de cada uno de ellos, la figura del líder resulta esencial, tanto para el mal como para el bien. Para el mal, si quien ejerce como tal alimenta la diferencias al interior del grupo, señalando a una parte del mismo como culpable de todos los males que suceden al interior. Abriendo con ello la puerta a que se haga chivo expiatorio a todo aquel elemento desviante o diferente.

Exposición Museo de Pasiones de Javier Viver – Foto: DPNB.

Efecto expansivo del daño

Las bromas alrededor de la persona diferente o desviante de la autoridad, conseguirán que la persona pierda su entidad como tal, siendo un mero objeto, algo que libera de cualquier culpa o resistencia para continuar haciendo mal. Algo que Staub explica en términos del efecto expansivo del daño, es decir que en el mismo actuar la persona encontrará la fuerza para seguir actuando haciendo el mal.

Un buen líder, en cambio, en situaciones de incertidumbre, acercará posturas entre las distintas personas del equipo

Las personas buenas dejarán la responsabilidad en manos de estos líderes y estos grupos, tal como identificaron Zimbardo y Milgran, accediendo al hacerlo en dinámicas contrarias a su propia condición.

Dado que este tipo de líderes, generan una ideología dominante, que el grupo seguirá y se acoplará obedeciendo.

En los contextos de acoso, por distintos criterios, entre otros por pensar que fuera de este contexto no hay más opciones, una creencia que se verá más alimentada en momento de crisis económica. Al que las personas se someterán por la misma situación de carencia.

Un buen líder, en cambio, en situaciones de incertidumbre, acercará posturas entre las distintas personas del equipo, hasta colocarse en una posición más transversal. Esto le permitirá tener un contacto directo con sus necesidades del grupo, conocer las particularidades de cada uno de sus miembros, sacando partido de ellas.

La diversidad, una fortaleza

Las particularidades, en vez de restar, serán un aspecto que sumarán generando en el grupo la sensación de equipo, lo cual contribuirá a su buen funcionamiento. Siendo en estos casos la diversidad, una fortaleza, la cuál a su vez dará paso a la sensación de cohesión, y de espíritu de equipo, en el cuál todos reman en una misma dirección.

Este liderazgo contribuye a que el equipo se sienta seguro en la incertidumbre y a que cada miembro se sienta empoderado

Este tipo de liderazgo no solo contribuye a que el equipo se sienta seguro en momentos de incertidumbre, sino que también contribuirá a que cada uno de los miembros del equipo se sienta empoderado, al sentirse plenamente responsable de sus acciones.

Algo que no ocurrirá en quien se someta a la autoridad, puesto que al hacerlo también perderá esa responsabilidad sobre sus propios actos.

Algo que para algunas personas podrá incluso resultar cómodo, pero al entender esto en clave de comodidad, desconoce los efectos que esto trae consigo.

La película de Michel Hannecke, la Cinta Blanca, nos da su visión de cómo ocurrió este proceso de socialización en la sociedad alemana con anterioridad al nazismo. En la película, podemos apreciar cómo se trasmiten las relaciones asimétricas, cómo están presentes en distintos ámbitos de la vida.

La relación de sumisión frente al autoritarismo se va gestando desde el espacio doméstico del día a día, constituyendo desde su aparente pasividad, el germen de actos más violentos. No solo se trasmiten los actos sino también los pensamientos e ideologías que justifican este daño, algo que como trasmite en la película, resulta un germen latente al interior de la sociedad.

Exposición Museo de Pasiones de Javier Viver – Foto: DPNB

Que el grupo o el observador haga algo es una demanda de toda persona que vive acoso

Antidoto de sociedades más pacíficas

Visto en estos términos, quizá resulte desesperanzador. Sin embargo, apreciar estas claves nos permite encontrar el antídoto para acercarnos a sociedades más pacíficas.

Uno de estos aspectos es formar a las niñas y niños desde la infancia en comportamientos de ayuda al otro. Este tipo de accionar prosocial, según indica Staub, será un germen también de algo que continúen haciendo incluso en la edad adulta.

Que el grupo o el observador haga algo es una demanda de toda persona que vive acoso. El rol del grupo resulta fundamental y el que alguien en el grupo actúe de manera activa en clave de ayuda, será fundamental para que el resto lo haga en el mismo sentido.

Hay que recordar que en los grupos hay personas que conectan con la desgracia, bien porque la han vivido y entienden lo sucedido, o porque empatizan con aquello que pasa por delante. En este tipo de casos, conviene que alguno de ellos y ellas vaya un poco más allá, guiándose por su intuición, intrepidez y aceptando que al hacerlo, posiblemente, asuman un riesgo, cuyo fruto será un bien mayor.

Recomendaciones

  • Haneke, M. (2009). La cinta blanca.
  • Staub, E. (2003). The Psychology of good and evil: wihy children, adults and groups help and harm others.

Comunicadora Social, Doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, Coach Ejecutiva y Associate Member del International Society for Coaching Psychology. Mi trabajo a nivel de investigación aborda un análisis de las estrategias de afrontamiento de las personas afectadas por acoso y la forma como estas influyen en los efectos derivados de la agresión. Hace énfasis en aquellos aspectos que contribuyeron en la conformación de este estilo de respuesta.

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